“Caminante, son tus huellas el camino nada más”, dice uno de los poemas más famosos del escritor español Antonio Machado. No hay quizá personas que comprendan mejor el sentido de estas palabras que quienes practican el senderismo, una de las actividades deportivas no competitivas que no requieren de mucho conocimiento o práctica mas que el gusto por la naturaleza, el autoconocimiento, y las ganas por explorar lo que hay más allá, lo que la aventura puede aguardar.

Marcos Martínez, un verdadero apasionado del senderismo y las actividades outdoor (exteriores), es el fundador del grupo Senderistas de Ciudad Juárez, pionero en el estado y el más importante de esta región norte. Desde hace nueve años que reunió a una comunidad de aficionados, ha guiado con su experiencia y conocimiento lo mismo a juarenses que chihuahuenses, algunos estadunidenses, pakistaníes, brasileños y españoles para conocer la naturaleza única del estado.

“Yo siempre he andado en la sierra, la gente cuando escucha esta palabra piensa en lugares como Creel, pero la sierra son todos los cerros que tenemos en conjunto; yo desde niño he andado ahí con mi papá”.

Con el ritmo de vida citadino cada vez más se pierde la conexión que existe entre las personas y la naturaleza, hay un desconocimiento nulo y creciente de lo que nos rodea. Marcos remarca que el propósito de su grupo es que conozcan el entorno, el respeto a la naturaleza, educar a las personas para que valoren el patrimonio natural, cultural y biológico que existe en esta región. “El estar lejos y escuchar los sonidos de ese espacio, respirar el olor a leña; es una terapia que ningún spa te puede mejorar”.

Una actividad para toda la familia

Un estudio publicado por la Universidad de Caixas, Brasil, enlista una serie de impactos positivos que tiene la práctica del senderismo en las comunidades. Estimula la observación del medio ambiente natural de flora y fauna, promueve la conservación del espacio natural y cultural, mejora la salud física y mental, estimula el interés por el patrimonio cultural y contribuye (si es adecuadamente gestionado) a la atracción de turistas.

“Yo recomiendo esta práctica principalmente por salud, por desestrés, sales de la rutina, muchas veces terminas cansado, pero regresas a casa sin cargas. Sobre todo, en estos tiempos de pandemia que hay mucha ansiedad en las personas, esta actividad ayuda a bajar la ansiedad y la depresión”, destaca Martínez.

Sin duda esta actividad fortalece la relación entre los senderistas y el medio que los rodea, se entabla entre ellos una conversación íntima que revela parte del carácter identitario de esta ciudad. Para muchos sería imposible imaginar esta frontera sin sus montañas, sin sus letras blancas que promueven la lectura de la biblia, sin la sombra del Cerro Bola que abraza a la ciudad en los crepúsculos de invierno cuando el sol descansa en sus laderas y regala los arreboles más escénicos.

La seguridad es importante

No por ser una actividad accesible significa necesariamente no tener algún tipo de protección, de noviembre a la fecha se han extraviado cinco personas en la montaña de acuerdo con reportes de Protección Civil, por lo que es necesario tomar algunas medidas de precaución.

Para Marcos Martínez lo principal es nunca ir solo, de preferencia llevar a alguien que ya conozca el lugar, y aunque los caminos de montaña están bien marcados, es fácil desorientarse. Se debe también llevar equipo básico (mochila, refrigerio, botiquín de primeros auxilios), un buen calzado y celular con mapas. “Ahora con la pandemia mucha gente empezó a salir al cerro sin conocer, en estos dos últimos años han ocurrido más rescates”.

Por otro lado, Elena López, encargada de la seguridad en el grupo de Senderismo Ciudad Juárez, recalca que es importante llevar equipo adecuado y saber si hay enfermedades que puedan complicar el ascenso, como diabetes o hipertensión. De cualquier manera, los dos grupos cuentan con personal preparado con cursos de primero auxilios, RCP (reactivación cardiopulmonar) y certificaciones en rescate de alta montaña.

Una caminata por las entrañas

La aventura comienza tres horas antes del ocaso. El punto de encuentro es Don Rayo, uno de los sitios donde los amantes de los deportes al aire libre se reúnen. Claudia Soto, la administradora de otro de los grupos dedicado a este tipo de actividades desde hace ya año y medio, es una de las guías para subir uno de los gigantes de piedra que se levantan del suelo arenoso.

“Senderismo es caminar y observar, ir meditando, ir platicando solo, regañándote o llorando a veces, todo lo que traes de tu trabajo y casa lo sueltas todo aquí”, dice Sergio Zamora, el más experimentado del grupo.

El camino comienza por una terracería pedregosa invadida a los alrededores por bosques extensos de gobernadoras y lechuguillas, plantas desérticas muy bien adaptadas al tórrido desierto y únicas testigos de la andanza. El crujir de las rocas con las pisadas es de los pocos sonidos que se aprecian, la calma es completa.

“Yo comencé en 2020 en el Trepachangas, ya no conocía otra ruta más a dónde ir, anduve buscando en 2021 y encontré este grupo. Los compañeros son muy empáticos, solidarios, apoyan siempre. Me sumé un domingo y ya no lo he dejado, no es caminar, es un todo”; comparte Silvia Merced, una de las senderistas.

La Sierra de Juárez es parte de la ecorregión denominada por la World Wildlife Fund (WWF) como el gran Desierto Chihuahuense, una de los biomas desérticos más importantes del mundo por la gran diversidad de especies que alberga. Este desierto, el más grande de Norteamérica, es también el hogar estacional de cientos de aves migratorias que cada año van y vienen con el cambio de estaciones, la Sierra es el punto de reposo, la parada obligatoria en su diáspora invernal.

Estas montañas forman una de las partes más australes de un gran sistema geológico conocido como basin and range (cuecas y sierras), de acuerdo con estudios de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP). Este se extiende por casi todo el oeste norteamericano y se caracteriza por la combinación de grandes valles y montañas estrechas. La Sierra emerge como una isla de entre un antiguo mar de arena y grava, no es raro que este asilamiento geológico le otorgue características únicas.

La ansiada primera parada llega, es hora de disfrutar desde las alturas el paisaje prístino, las rocas denudas expuestas al inclemente sol, La Cueva de Los Compadres que pareciera ser una gran fosa nasal por donde respira la montaña.

En el horizonte, hacia donde se atisban las crestas rocosas de las montañas en Nuevo México, se extienden amplios bosques de gobernadoras, plantas que esperan pacientes las copiosas lluvias de julio para poder abrir sus flores y entregar su embriagante néctar a los insectos que despiertan al calor del verano. También, sujetas en las duras rocas algunas cactáceas presumen sus simétricas formas y más allá, donde el campo se anega, se yerguen soberbios conjuntos de yucas con sus coronas de flores blancas que contrastan con el marrón del terreno. Los ocotillos, adormilados aún por las frías noches, esperan que las heladas de marzo se vayan para comenzar poco a poco su floración carmín.

“Hace dos años falleció desgraciadamente mi mamá, fue un dolor horrible, mi tío me invitó a la montaña y desde entonces ha cambiado psicológicamente y emocionalmente mi vida porque es aquí donde conocí la verdadera amistad con todos”, dice emocionada Elena, otra de las caminantes.

La delantera del grupo la toma Sergio Zamora, el más experimentado del grupo y con una condición física envidiable. El camino se hace cada vez más escarpado, con obstáculos cada vez más grandes y caminos más estrechos. Por el sendero donde los gigantes rocosos sombrean los valles, se ve más vegetación, ahí todo cambia porque el vital líquido se resguarda de los penetrantes rayos del sol. incluso si se es muy buen observador, se pueden apreciar pequeñas conchas o fósiles marinos incrustados en el suelo duro del cerro.

La recompensa al mayor esfuerzo llega al final de la loma, a lo más alto; una vista desde donde se admira todo. El objetivo de muchos deportistas es conquistar alguna de las cumbres más altas de este complejo sistema rocoso: Sierra Juárez (1607 msnm), Cerro Bola (1730 msnm) o el más alto de todos, el Risco Don Rayo o King Kong (1850 msnm). Arriba, en la bóveda de la ciudad, se puede observar a lo lejos la alfombra de concreto formada por el área fronteriza Juárez – El Paso: el lugar donde se desarrollan miles, millones de historias de vida todos los días. La sensación de estar ahí y ser el observador secreto de un espacio inconmensurable es algo inefable, el vértigo se apodera por momentos de la mente, la arrebata de su estabilidad.

El desierto como sinónimo de vacío o nada no cabe en este lugar, aquí la vida reboza y compite por sobrevivir en condiciones extremas, lo único que se requiere para poder apreciarlo es paciencia y capacidad de observación.

Según estudios de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en el municipio hay 43 especies de aves, 22 de mamíferos, 33 de reptiles y anfibios y 81 especies de plantas. Los encuentros con los otros residentes del desierto son más comunes entre los senderistas, se recuerda que los humanos no somos los únicos en este lugar.

Esos momentos largos de silencio absoluto en los que solo se escucha la propia respiración se comparten las mejores experiencias de vida y los momentos más sensibles.

“La pandemia nos ha dolido mucho, hemos perdido gente que queremos, hemos perdido familia, yo he perdido alguien. Este espacio ha sido de convivencia para compartir el dolor, como que se ha quedado aquí”, dice Claudia.

Después del ocaso, con el sol oculto en el horizonte, comienza el descenso. Con la estridulación de las patas de los grillos como fondo, un camino blanco iluminado por la luz proyectada por la luna y acompañados en el camino por un grupo de murciélagos que vigilan volando nuestro paso; se llega al final de un día diferente, uno de esos a los que se está poco acostumbrado y que todos, en algún momento, deberíamos tener el tiempo de vivir.

Un futuro prometedor

Marcos Martínez comenta que su grupo ya se encuentra trabajando para lograr una certificación internacional, el propósito es lograr que el senderismo se reconozca como un deporte en el estado de Chihuahua. Con ello podrían atraer recursos que se pueden aplicar en mejoras en la infraestructura del lugar e invertir en el cuidado del entorno.

La comunidad de Senderistas de Ciudad Juárez ha ido creciendo cada vez más, con poco más de 5 mil miembros, espera que cada vez más personas se sumen al proyecto de forma responsable, es decir, no es solo salir a caminar, sino disfrutar y ser conscientes de impactar lo menos posible el lugar.

Por su parte, Claudia Soto, administradora de Senderismo Ciudad Juárez, invita a la comunidad fronteriza a vivir la experiencia, a que si tienen algún dolor psicológico lo purguen por medio de esta actividad. Su grupo también crece y trabaja para en algún momento establecerse como una asociación civil, en sus actividades también buscan crear un cambio por medio de apoyos al comedor de Anapra y a niños rarámuri. Espera que en un futuro el espacio sea un lugar integral para el disfrute de los juarenses.

No cabe duda que esta actividad arranca a las mentes de la insidiosa red de la rutina a la que muchos están inmersos, es también una acción para conocerse así mismo, un momento íntimo de reflexión. Aquí se anda para descubrir, se descubre para aprender, y se aprende para vivir. Y de nuevo las palabras de Machado: “Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.

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