Transforman estadios para personas en situación de calle 
Foto: Associated Press

Río de Janeiro.- Un mes atrás, el Sambódromo de Río de Janeiro celebraba su gran fiesta con toda la música y el color de los desfiles de Carnaval. Ahora, con los reflectores apagados, ya no queda ni una pizca de alegría y el espacio encara una misión humanitaria: dar abrigo a la población en situación de calle para protegerlos del nuevo coronavirus.

La alcaldía de Río comenzó el lunes a recibir indigentes en las instalaciones del Sambódromo para resguardarlos del Covid-19, mientras Brasil registra más de 4 mil enfermos y más de 100 muertos. La prioridad, según las autoridades, será para ancianos, embarazadas y mujeres acompañadas de niños. En tiempos de pandemia, grandes espacios para eventos también están transformando su sentido a lo largo de Brasil para ayudar personas en medio de la crisis del nuevo coronavirus.

Debajo de las tribunas del Sambódromo, donde habitualmente funciona una escuela, el gobierno de Río convirtió tres salas que funcionaban como aulas en dormitorios. Sesenta camas ya fueron ocupadas el lunes, mientras la alcaldía trabajaba para montar un total de 400.

“Este espacio será de acogimiento para todos los que acepten protegerse del coronavirus. Esa población es vulnerable de los vulnerables. En las calles quedan muy expuestos”, explicó a The Associated Press Jucelia Oliveira Freitas, secretaria de asistencia social y derechos humanos.

La contención de indigentes es una medida para evitar el crecimiento de contagios en Río, donde ya se registran más de 500 enfermos. El alcalde de la ciudad, el pastor evangélico Marcelo Crivella, ha reconocido que tal vez los casos registrados representen apenas el 15 por ciento de la cifra real.

Por fuera de la red de contención oficial y en otra sintonía a la del presidente Jair Bolsonaro, quien ha burlado recomendaciones médicas para evitar aglomeraciones y minimiza la crisis, el avance de la pandemia despertó gestos de solidaridad entre la población local hacia grupos de indigentes.

Eli Ferreira, 54 años, vive en Paquetá, una isla en la Bahía de Guanabara, y desde 2013 toma periódicamente un barco hasta el centro de la ciudad para servir café y dar comida a indigentes. Sin embargo, con el comienzo de la crisis del nuevo coronavirus, Ferreira multiplicó su esfuerzo. En las últimas semanas comenzó a asistir todos los días, percibiendo mayores necesidades en la calle. Debió triplicar las cantidades de pan y café que reparte tasa llegar a 400 panes y 60 litros de café.

Para los indigentes el impacto de la enfermedad excede la cuestión sanitaria. Con las calles desiertas y con el paro del grueso de la economía, muchos dejaron de hacer trabajos informales y la ayuda que algunos transeúntes les brindaban se cortó. El movimiento en las calles se redujo drásticamente en las principales capitales del país, luego de que autoridades locales avanzaran en medidas restrictivas como cierres de tiendas, shoppings y comercios considerados “no esenciales”, además de prohibir aglomeraciones.

“En verdad, estamos quebrando un decreto del gobernador para que no se aglomeren personas, pero lo que pesa en este momento es el lado humano”, dijo Ferreira. Detrás de él, una fila con centenas de personas avanzaba para recibir alguno de los panes. La Defensoría Pública de Río de Janeiro estima una población de indigentes de más de 15 mil personas.

En tiempos de pandemia, otros grandes espacios para eventos también están transformando su sentido a lo largo de Brasil para ayudar personas en medio de la crisis del nuevo coronavirus.

Incluso antes del Covid-19, Brasil ha estado esforzándose para recuperarse de su devastadora recesión que entre 2015 y 2016 incrementó el número de indigentes. La población de Sao Paulo, la ciudad más populosa del país, creció cerca de 50% desde 2015 y trepó hasta casi 25 mil personas, de acuerdo con un reciente relevamiento de la alcaldía. Entre los nuevos indigentes, cerca de un cuarto dijo que pasaron a vivir en la calle debido a la pérdida de sus empleos.

En Sao Paulo, el estado más castigado por el Covid-19 donde se registra la tercera parte de los enfermos, la alcaldía prepara un hospital de campaña dentro del Estadio de fútbol Pacaembú, una de las sedes de la Copa del Mundo de fútbol de 1950.

Sobre el césped se construyeron dos módulos con capacidad para 200 lechos, donde a partir del miércoles llegarán pacientes de poca complejidad diagnosticados portadores del nuevo coronavirus.

En Brasilia, capital del país, el gobierno echará mano del Estadio Mané Garrincha, sede de la Copa del Mundo de fútbol en 2014, y montará allí un hospital de campaña para aliviar el sistema de salud.

A poco más de un mes de que se registrara el primer contagio, en el estado de Sao Paulo, la pandemia avanza en el gigante sudamericano y comienza a acelerarse.

Mientras Bolsonaro propone una vuelta a la vida normal para la mayoría de los brasileños, Luiz Henrique Mandetta, ministro de Salud brasileño, ha dicho que el país apenas está iniciando una “espiral ascendente” de contagios y reforzó que la indicación para este momento es el aislamiento social.

Las autoridades federales estiman que hacia fin de abril el sistema de salud brasileño entrará en colapso, debido a que no podrá dar respuestas a una creciente demanda de pacientes enfermos.

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