Miedo invade a migrantes varados
Foto: Associated Press

Nuevo Laredo.- La hondureña de La Ceiba llegó a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo con sus hijos de 5 y 12 años y la promesa de un trabajo. En vez de ello, unos desconocidos los llevaron a la habitación de un hotel e intentaron, sin éxito, extorsionar telefónicamente a algún pariente. Después de tres días, la familia escapó cuando no había nadie vigilando y se refugió en una iglesia.

“No quiero salir a la calle, tengo miedo de que los mismos hombres (...) me hagan algo a mí o mis muchachos”, cuenta esta mujer de 32 años y cara redonda que pide guardar el anonimato por cuestiones de seguridad.

Mientras México y Estados Unidos intentan controlar el flujo migratorio, sobre todo de centroamericanos, hacia el norte, el miedo es una constante en miles de migrantes que esperan en la frontera. La situación se agrava en Tamaulipas, uno de los estados más violentos y con mayor número de desaparecidos del país. El gobierno estadounidense recomienda a sus ciudadanos no pisar la región, donde el crimen organizado se ceba con los migrantes desde hace años, a quienes roba, extorsiona, secuestra, asesina o desaparece.

La hondureña, que huyó de su país por amenazas cuando recorría colonias populares como funcionaria del estado, pidió asilo en México, pero le robaron los documentos y el teléfono cuando aún estaba en el sur. Ella y su familia fueron obligados a subir a una camioneta cuando caminaban por la calle pero, afortunadamente, en un retén un poco más adelante les bajaron a todos.

Después del nuevo susto, esta vez en Nuevo Laredo, tiene miedo.

“No quiero estar aquí”, afirma con su hijo pequeño aferrado todo el tiempo a ella mientras sopesa si pedirá asilo en Estados Unidos, una opción que no la tranquiliza mucho. La acaban de informar de que conseguir refugio se ha complicado y, si logra iniciar el trámite, la devolverían a México a esperar su resolución, lo que la hace dudar. “No sé, no sé”, solloza.

De momento, el miércoles ni siquiera se atrevió a ir a las oficinas de migración para tratar de reponer sus documentos ni a denunciar lo sucedido.

“¿Cómo voy a denunciar? Si se enteran me matan”, afirma en el albergue, donde se siente un poco más segura.

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