Tras casi 45 minutos de debate, un asesor del presidente Joe Biden se acercó con un mensaje sobre el desempeño de su octogenario candidato que bien podría resumir la noche. “No va como esperamos”, dijo en voz baja, ahogada aún más por el tecleo de los periodistas. “Trump se ve más disciplinado que en 2020”.
Cuando Biden aceptó sostener un debate en junio, el más tempranero en la historia del país y organizado por primera vez por una televisora, apostó a erradicar los temores que los votantes estadunidenses tienen sobre su principal vulnerabilidad: su edad.
No lo consiguió. Los dos minutos para responder las preguntas de los moderadores Jake Tapper y Dana Bash resultaron insuficientes para la forma lenta en que Biden desarrolla sus ideas. En varias ocasiones el tiempo se terminó antes que pudiera concluir una oración y la presión de los segundos lo hizo trastabillar en algunas respuestas de políticas públicas, incluso las que juegan más a su favor. “No entendí lo que dijo al final”, espetó Trump tras uno de esos tropiezos.
“Ni él sabe”. Previo al debate, los asesores de Biden, incluyendo a su vocera en español, María Carolina Casado, y el gobernador de California, Gavin Newsom, hablaron de la relevancia de tener a un hombre bajo control y liderazgo.
El objetivo de los demócratas era mostrar a ese estadista, sí, con años a cuestas, pero sabiduría acumulada, a los votantes estadounidenses. “La toma no ayuda mucho”, dijo el asesor durante la primera pausa comercial del debate, quien pidió condición de anonimato para expresar libremente sus ideas. La doble toma en televisión mostró a un presidente Biden con una expresión rígida, a veces con la mirada en la distancia, constantemente con la boca entreabierta.
Una de las principales peticiones de su equipo para este debate fue mantener apagado el micrófono del otro candidato mientras no estuviera respondiendo alguna pregunta, el temor era exponer al mandatario a una confrontación directa con Trump, donde el expresidente tendría ventaja.
Fue en vano, Trump se mostró, para sorpresa de varios en la campaña de Biden, mucho más disciplinado que en 2020. Evitó interrumpir, redujo sus ademanes y apenas se abría el micrófono iniciaba su monólogo a una velocidad que solo hacía ver a su oponente mucho más lento. Trump no es un joven, a sus 78 años, tres menos que Biden, sería el presidente de mayor edad en asumir la presidencia de Estados Unidos. Pero su energía, abría una brecha importante entre ellos. Antes del debate, Corey Lewandowski, uno de los principales asesores de Trump, estaba escéptico de la imparcialidad de CNN, una cadena de televisión que ha cuestionado con dureza al republicano y que el político neoyorquino ha catalogado como “fake news”.
Sin embargo, los moderadores se colocaron en segundo plano, para solo dejar las preguntas a los candidatos sin cuestionar la veracidad de los dichos. En ese entorno, Trump respondió con imprecisiones y mentiras deliberadas, muy en su estilo de enmarcar la realidad a la manera que le conviene. El equipo de Biden, sin embargo, insistió en que los moderadores se alejaran lo más posible del protagonismo y se abstuvieran de corregir constantemente a Trump.
Biden no tuvo la agilidad, como en otros debates, para corregir con contundencia a su predecesor o descolocar con una risa o gesto. Fueron pocos los intercambios en los que se enfrascaron y entre los más memorables quedó el recordatorio del actual presidente sobre Trump es un criminal condenado.
“Nunca tuve sexo con una estrella porno”, se defendió Trump. “Tu hijo también es un criminal”. Tras el debate, ambas campañas se declararon ganadoras, como toca hacer sin importar lo ocurrido en la noche. Del lado de Trump hablaron de la contundencia con la cual su candidato dibujó la “pesadilla” en la que se ha convertido Estados Unidos.
En la esquina de Biden aplaudieron que el mandatario defendió sus logros y políticas públicas. Pero los debates son, en gran medida, un juego de percepción y en ese terreno el presidente Biden quedó corto. Incluso su mensaje de despedida careció de coherencia.
Trump lanzó una perorata, pero no se espera mucho más de él. El Spin Room de un debate estadunidense es el sueño de todo fanático de la política. Una pasarela de personajes de alto nivel que salen a una alfombra roja, literalmente, a defender la postura y desempeño de su candidato. Los republicanos tuvieron una noche más tranquila, pues más allá de exaltar el desempeño de Trump, pasaron la noche hablando de la imagen de Biden.
El más histriónico, lejos, fue el senador de Carolina del Sur, Lindsay Graham. “Esta noche, más que preocuparme de la elección, que ya tomó un giro grande a favor de Trump, pienso en los próximos cuatro meses, dijo. “Los malos también vieron esta noche el debate y vieron dónde hay debilidad”.
Del lado demócrata, legisladores salieron en defensa del presidente, particularmente el senador de Georgia, Raphael Warnock, y el gobernador de California, Gavin Newsom. “Lo importante esta noche es evaluar la sustancia”, enfatizó Warnock. “Ahí el presidente Biden es el claro ganador. “No tengo duda que al evaluar el fondo el presidente Biden debe ser reelecto”, añadió Newsom.
“Lo demás no es importante”. Sus intentos por desviar la atención de la actuación de Biden esta noche fueron en vano. Los demócratas encendieron las alarmas a mes y medio de la convención que nominará oficialmente a su candidato. Algunos voltearon a ver a Newsom como reemplazo, otros a Warnock, quien sea. A los demócratas les espera un muy largo verano.