Quito.– Un adolescente muere al intentar colocar dinamita en un local comercial, cuya propietaria era extorsionada. Sujetos armados y encapuchados asaltan un banco e hieren al guardia de seguridad. Un comerciante es secuestrado en medio de los gritos de varios testigos y un policía es asesinado en su auto mientras hacía vigilancia.
Esos fueron apenas los más recientes episodios de una oleada de crímenes con los que Ecuador cierra el año más violento de su historia, según indican las cifras oficiales. De acuerdo con datos proporcionados por la policía a The Associated Press, el 2023 cierra con al menos 7 mil 592 muertes violentas, frente a 4 mil 426 de 2022.
Ecuador es la nación de Latinoamérica con el crecimiento “más rápido” e “impresionante” en el índice de homicidios, señaló en un diálogo con la AP el catedrático de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Fernando Carrión, autor del estudio “La cartelización en América Latina”.
La tasa de muertes violentas en el país andino en 2017 fue de cinco por cada 100 mil habitantes, refirió el investigador. Ahora supera las 40, lo cual “hace que 2023 sea el año más violento de la historia del Ecuador”, añadió.
Según las cifras policiales, los secuestros también se dispararon, al pasar de 40 el año pasado a 122 en el actual, mientras que las muertes violentas de menores de edad se incrementaron de 204 a 342. Por su parte, las extorsiones —según los datos hasta septiembre— sumaban 5 mil 930, frente a las 3 mil 188 reportadas en 2022.
Carrión señaló que los índices reflejan la “diversificación del crimen”, debido —según él— a la proliferación de dos tipos de organizaciones delictivas.
Explicó que en el país operan unas 1.500 bandas que se especializan en diversos tipo de delitos y que son subsidiarias de aquellas que forman “una red global del crimen”, articuladas a grandes organizaciones mundiales como los cárteles de las drogas mexicanos, las mafias de Italia o los comandos de Brasil.
El director del programa de investigación Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central, Luis Córdova, dijo a la AP que ante estas cifras en rojo el Estado ha dado una respuesta “errónea” por la “carencia de comprensión del fenómeno que enfrentamos”.
De acuerdo con su análisis, la violencia sigue creciendo por “un efecto de contagio y el enorme arraigo social” del fenómeno de la criminalidad.
El primero implica, según Córdova, que mientras el gobierno insiste en contrarrestar el crimen con más policías y militares en zonas peligrosas, “las estructuras van migrando a otros espacios y van colonizando territorios”.
El segundo, significa que “la violencia criminal se está reproduciendo socialmente”, como un “mecanismo de legitimación” de quienes han sido marginados, excluidos por el Estado y por la economía formal, agregó.
“Hay un ejército de niños y adolescentes que ni estudian ni trabajan” y a los cuales las bandas les brindan un “territorio emocional, tejen lealtades” y les dan un sentido de pertenencia, expuso el investigador. Ante ello el Estado debe responder con políticas de inclusión social, cultural y deporte, añadió.
Mencionó a la ciudad de Durán, donde los homicidios pasaron de 119 en 2022 a 407 en 2023. Esta ciudad conforma la zona 8, la más peligrosa del país, junto a Guayaquil, Samborondón y Daule, donde las muertes violentas casi se duplicaron: de mil 446 en 2022 a 2 mil 560 al final de este año.
Durán, Daule y Samborondón colindan con Guayaquil por cuyos puertos las organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico trafican grandes cargamentos de drogas. Al cierre de 2023, se habían incautado 211 toneladas de drogas, frente a las 201 del 2022, según las autoridades.
Según estimaciones de Carrión, desde territorio ecuatoriano salen casi 850 toneladas al año como resultado de un incremento en la producción en Perú y Colombia, que son países fronterizos.
El gobierno del presidente Daniel Noboa, quien asumió el poder a finales de noviembre con un mandato de transición de año y medio para completar el período de Guillermo Lasso, prometió el plan “Fénix” para combatir al crimen organizado y la delincuencia, pero según los analistas aún no se han visto resultados concretos.