El Centro Cultural Quinta Carolina es uno de los edificios más emblemáticos de la época del Porfiriato que se mantiene de pie en la ciudad de Chihuahua. Se encuentra al norte de la capital, muy cerca de las Grutas de Nombre de Dios y en medio de la colonia que lleva su nombre.
Antes de ser la Quinta Carolina, el terreno funcionaba como una simple finca que era llamada Labor de Trías, pues pertenecía al general y exgobernador de Chihuahua, Ángel Trías. En realidad, hay muy pocas especificaciones y fotos de ese entonces, por lo que se destaca más porque ahí murió su dueño el 30 de agosto de 1867 por tuberculosis a los 58 años.
Casi 30 años después, el 12 de febrero de 1895, según los libros del Registro Público de la Propiedad, quedó asentada como propiedad de don Luis Terrazas, luego de que su representante Juan Francisco Molinar firmara el contrato de compraventa con Manuel Prieto, representante de Victorina y Teresa Trías, hijas del general.
En 1896, Terrazas regaló el predio a su esposa Carolina Guilty, una casona de campo que construyó en el terreno que era la finca, con motivo del Día de las Carolinas. La residencia contaba con grandes letras elaboradas sobre bloques de cantera que decían “Quinta Carolina”. La inauguración del recinto fue un importante evento social en la vida de Chihuahua, ya que era el inicio de un gran proyecto que tenía por objetivo contar con un área campestre suburbana en la ciudad en donde el centro sería la gran hacienda.
Era tan importante el proyecto suburbano que por sí mismo provocó la ampliación de la red de tranvías hasta aquellos terrenos. Tiempo después, a lo largo de las vías se construyeron varias fincas como la que ocupó el Hospital Verde que originalmente, junto con otra casa ubicada enfrente, perteneció también a la familia Terrazas. Muchos extranjeros y comerciantes de la ciudad se establecieron en esa área.
Muros con historia
La zona ofrece hermosos paisajes. Cuando llega la primavera la amplia calzada que conduce a la casa luce por dos hileras verdes con corpulentos árboles, mientras que en el invierno los troncos dejan al descubierto las extensas tierras sementales que la rodean.
La Quinta tiene cuatro entradas simétricas, la encierra una elegante cerca de hierro pintada en óleo blanco y dividida por columnas de cantera rematadas en esferas de la misma piedra. En el atrio se encuentran hermosos jardines que levantan tres kioscos. La casa habitación por dentro desborda elegancia por la altura que tiene, en las que por cierto hay dos miradores y una cúpula central de cristales.
Los corredores pintados también en óleo conducen a una escalinata de piedra de cantera pavimentadas con mosaico. Al cuarto principal lo divide una gran puerta de tallado artístico que conduce a un pasillo que da acceso al salón de recepciones en donde se encuentran dos estatuas.
El salón de recepciones tiene forma cuadrada y en su techo hay una cúpula central. Los muros están revestidos con papel tapiz blanco y oro que lucen junto con los focos de luz incandescente en el conjunto de molduras arquitectónicas. Otro de los muros detiene un enorme espejo que gracias a la pintura pareciera que surge de una jardinera. Las demás paredes de este salón poseen imponentes muros de mimbre blanco.
El comedor cuenta con elegantes vitrinas que guardan las numerosas vajillas. Luego está el que era el despacho del general junto con la recamara principal y un baño adjunto que antecede a otros dos para quienes dormían en las recamaras secundarias. En la parte posterior de la Quinta Carolina había una fosa que servía de bodega con un invernadero contiguo.
Por cerca de 10 años los Terrazas pudieron disfrutar del elegante complejo como su casa de campo, ya que con el inicio de la Revolución Mexicana don Luis Terrazas, su esposa e hijos se mudaron a la Ciudad de México. Una vez terminada la guerra contra Porfirio Díaz y después de que se firmaran los Tratados de Ciudad Juárez en mayo de 1911, la familia regresó al estado.
En 1913 Francisco Villa asumió la gubernatura del estado de Chihuahua y se desató una persecución contra todos aquellos que tuvieran un negocio importante o contra aquellos que habían apoyado a Pascual Orozco. Como los Terrazas habían tenido bajo su poder la Quinta Carolina, les fue confiscada y el Centauro del Norte la ocupó.
Incluso la majestuosa residencia fue casa del general Manuel Chao, en donde además se realizaban reuniones del régimen. Luego de las derrotas de las fuerzas villistas, el gobierno de Venustiano Carranza entre 1916 y 1917 devolvió el edificio a los Terrazas.
Cuando muere el exgobernador Terrazas, la propiedad pasa a manos del empresario chihuahuense Jorge Muñoz. Tiempo después, en los primeros años de gobierno de Óscar Flores, se instalaron pozos para el abastecimiento de agua de la ciudad, lo que perjudicó a las huertas que se encontraban dentro de la Quinta que terminaron por abandonarse.
Jorge Muñoz solo acudía al complejo los fines de semana. Un día ladrones se metieron a hurtar la finca, después de este primer robo vinieron muchos más. Vecinos aseguraban que personas que vivían cerca de la Quinta en los años setenta acudían por las noches a llevarse lo que había en su interior.
Entre 1980 y 1989 varias personas se dedicaron a querer destruir la famosa construcción incendiándola en algunas ocasiones. En el primer intento lograron destruir el gran domo que cubría al patio central, mientras que en los posteriores acabaron con algunas de las recamaras y los tapices.
Al rescate
La familia Muñoz Terrazas donó en 1987 la Quinta Carolina al Gobierno del Estado, sin embargo, las autoridades no se avocaron rápidamente a la reparación y mantenimiento del espacio que se mantuvo vacío por varios años más.
En septiembre de 2016 comenzó la recuperación y se nombró Centro Cultural Quinta Carolina. El rescate constó de cincos etapas y estuvo a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Chihuahuense de la Cultura con el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados.
Para la recuperación del espacio, el Gobierno de México invirtió 63 millones 200 mil pesos, con el objetivo de rehabilitar y restaurar el edificio del siglo XIX que es un referente de la arquitectura neoclásica en el norte del país.
Ahora el Centro Cultural Quinta Carolina está integrado por un museo de sitio dedicado a 50 años de la historia de Chihuahua, una sala de proyección, un salón de usos múltiples, tres aulas de formación cultural, una sala de exposiciones temporales, un centro de documentación digital desarrollado para investigadores y un escenario equipado con un templete móvil para ofrecer conciertos, montajes teatrales y actividades al aire libre, todos distribuidos en un espacio de mil 500 metros cuadrados de construcción.
Este espacio guarda entre sus muros parte de la historia de Chihuahua. Si cobrara vida y pudiera hablar daría testimonio de las distintas etapas que marcaron al estado, los personajes que albergó y las escenas más destacadas, sin embargo, esto es imposible y solo queda apreciar su majestuosidad y valor arquitectónico.