Los historiadores nos han acercado a las distintas caras y facetas de Doroteo Arango Arámbula (5 de junio de 1878 - 20 de julio de 1923), quien luego usó el nombre de Francisco Villa cuando emigró a Chihuahua en donde continuó su vida, primero como bandolero y luego, invitado por Abraham González y Francisco I. Madero, como revolucionario.

Este personaje, entre el mito y la realidad, la luz y la sombra, es uno de los más importantes y polémicos de la historia de México, características que lo acompañaron hasta su asesinato en Hidalgo del Parral. Para muchos es un héroe, grandioso, inteligente; para otros, un bandido, un criminal, pero esa es la visión de nuestra historia, una especie de telenovela rústica, llena de contrastes, pero que se puede entender con un poco de contexto.

La Revolución Mexicana no fue un movimiento unificado en todo el país, ni siquiera un solo grupo de ideas, se caracterizó por ser un conjunto de revoluciones locales, regionales, diferentes ideas políticas y distintas visiones sobre el campo de batalla, por eso destaca la lucha entre personajes que ahora de manera maravillosa son todos héroes.

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Gabriel Barraza

Héroe y villano

Francisco Villa pudo aprovechar la capacidad militar de personajes destacados y a los que en ocasiones no se les ha dado el lugar que merecen. Probablemente uno de estos y el más importante es el general Felipe Ángeles, un verdadero estratega que demostró su capacidad en batallas, incluso cuando Villa no le hizo caso, el fracaso fue evidente.

Villa fue clave en la Toma de Ciudad Juárez, apoyó a Pascual Orozco a ganar la batalla en la ciudad fronteriza. Pelearon a pesar de las órdenes de Madero, quien les había pedido no atacar al Ejército Federal de Porfirio Díaz, pero después tomaron rumbos distintos: Orozco se rebeló a Madero al no cumplir con los acuerdos, mientras que Villa fue leal hasta después de su asesinato, al igual Abraham González, quien fue el que le dio la oportunidad de redimirse de su vida de bandolero y sumarse a la causa.

Además de la lealtad a toda prueba, algunos rasgos que ya lo habían convertido en un mito desde que estaba vivo son la valentía, la capacidad de organización, pues no hubo un jefe revolucionario antes que él que lograra organizar de manera tan brillante un ejército como la División del Norte y mientras le hizo caso a Felipe Ángeles cosechó triunfo tras triunfo: Torreón, Zacatecas y Juárez.

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Los biógrafos del Centauro del Norte coinciden, en su mayoría, en que uno de los grandes enemigos de Villa fue su carácter: podía pasar de las lágrimas a la rabia asesina en segundos, así como de la generosidad inmensa al egoísmo de forma inmediata, esa fue su perdición, esa falta de capacidad para meditar sus decisiones.

Por ejemplo, en el caso de la batalla de Celaya, en donde Álvaro Obregón perdió el brazo, aseguran que Villa perdió los estribos, perdió la visión estratégica de las cosas a pesar de las recomendaciones de Felipe Ángeles. La misma situación pasó con la masacre a la comunidad china y el presunto abuso a mujeres; estaba fuera de sí.

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Esa es la parte negativa de Villa, ese personaje carente de sensibilidad, de mesura, dispuesto al ataque de rabia y también un personaje que estuvo a punto de provocar una guerra entre México y Estados Unidos, el derramamiento de sangre que provocaba y que no se observa en otros personajes de esa época.

La polémica estuvo en la vida de Villa desde el momento que nació hasta el día en que murió. Toda una leyenda desde que comenzó hasta que terminó, acabó también con una muerte que se presta mucho a la polémica: ¿quién lo mandó a matar realmente? Es un personaje que siempre está entre militar, héroe revolucionario, guerrillero brillantísimo, bandolero y asesino.

La aventura de John Reed con Villa

Es imposible abordar de una manera completa a un personaje tan complejo, así lo veía desde que lo conoció el periodista norteamericano, poeta, activista y biógrafo del revolucionario, John Reed. Luego de graduarse de la Universidad de Harvard en 1910, se convirtió en corresponsal de guerra para el Metropolitan Magazine, con especial interés en Francisco Villa, quien era visto por los estadunidenses como una figura a seguir.

Durante su cobertura en México, Reed acompañó a Francisco Villa en sus misiones por el norte y conoció al presidente Venustiano Carranza, a quien describió como “un hombre de vida recta y altos ideales; un aristócrata, descendiente de la raza española dominante; histriónico y soberbio”. Resultado de su trabajo, Reed publicó el libro “México Insurgente”.

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De acuerdo con John Reed, Villa “era hijo de peones ignorantes y nunca fue a la escuela. No tenía la menor idea de las complejidades de la civilización y, cuando al fin volvió a ella, siendo ya un hombre maduro de extraordinaria astucia innata, se enfrentó al siglo XX con la ingenua sencillez de un salvaje”.

En sus entrevistas, Reed dio gran importancia a los retratos humanos, prestando atención a los detalles. Cuando entrevistó a Villa pudo sacar de él ideas poco conocidas, como la intención de abolir los ejércitos una vez concluida la Revolución. Pensaba que “los ejércitos son el apoyo de la tiranía. No puede haber un dictador sin ejército”.

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Además, le preguntó sobre las acusaciones de violación a mujeres que había cometido en sus irrupciones en los poblados. Tras un momento de reflexión y de miradas entrecruzadas, el Centauro del Norte contestó a Reed:

“Nunca me he molestado en desmentir esas consejas. También dicen que soy un bandido. Bien, usted conoce mi historia. Dígame: ¿ha conocido usted alguna vez a un esposo, padre o hermano de una mujer que yo haya violado?”.

Inicialmente los campesinos veían con desconfianza que un “gringo” estuviese dentro de sus filas. Los revolucionarios sabían que la prensa extranjera mostraba el movimiento de forma distorsionada. Se cuenta que le pidieron tomarse una botella de tequila completa o lo fusilarían. Cuando John se tomó la botella, los campesinos bromeaban diciendo que ningún porfirista bebería de ese modo.

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Así, los campesinos empezaron a apreciar a su “compadre” John, quien los acompañaba en sus misiones. Cuando Pancho Villa lo conoció, rápidamente se ganó su aprecio y comenzó a llamarlo “amigazo Juan” o “Juanito”.

Como muestra de agradecimiento, John Reed desmintió la imagen que se daba de la Revolución en el exterior, que marginalizaba el movimiento a una cuestión de andrajosos desorganizados:

“Este es un error muy grave. Los mexicanos son un pueblo primitivo y carecen casi por completo de educación. Poseen rica poesía, música y teatro folclórico, pero no han tenido nunca una forma republicana de gobierno. Pueden combatir pese a no haber sido entrenados como un ejército moderno. Durante todo el año y medio que estuve en Europa tras los ejércitos beligerantes de cada país, excepto Austria, no vi nunca hombres más valientes que los mexicanos”.

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En cuanto a la enemistad entre mexicanos y estadunidenses que existía en aquella época, Reed aclaró: “nos odian porque las compañías mineras y petroleras norteamericanas han establecido la esclavitud en México, tratándolos peor de lo que haría un explotador de su propia raza. De tal modo que creo que ante nuestras tropas todo mexicano –hombre, mujer y niño- se convertiría en un guerrillero de Villa”.

Tras su misión en México, Reed no volvió a ser el mismo. Participó como corresponsal en la Primera Guerra Mundial y en la Revolución Rusa. Conoció a Lenin y documentó la Revolución de Octubre. En 1919 regresó a Estados Unidos, donde fue acusado de espionaje, por lo que se exilió en la Unión Soviética, lugar donde contrajo tifus. Falleció el 19 de octubre de 1920.

Una fotografía legendaria

En México y Estados Unidos se pudo utilizar la misma imagen para representar al Pancho Villa justiciero que para encarnar al criminal y bandolero. La fotografía más famosa del personaje revolucionario, en la que aparece cabalgando al frente de sus hombres, se convirtió a inicios de 1914 en un icono universal y representaba inequívocamente la imagen de un guerrero invencible. Sin embargo, hasta ahora, no había sido reconocida su autoría.

El historiador e investigador iconográfico, Miguel Ángel Berumen, sitúa la fotografía en la Batalla de Ojinaga, el 10 de enero de 1914. El juarense, autor de un libro que explica la historia de esta imagen, asegura que después de la legendaria fotografía del Che Guevara, la de Villa es sin duda la más reproducida en el mundo.

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“Me aventuro a decir que la fotografía más famosa de Villa fue publicada por John Davidson Wheelan, fotógrafo estadunidense de cámara fija y quien hasta ahora no ha sido reconocido. Esta fue dada a conocer por primera vez el 22 de enero en una sesión privada por la Mutual Film Corporation en sus oficinas de Nueva York”, explica Berumen en entrevista para Revista Net.

Y añade: “aunque a esta exhibición acudió muy poca gente, ahí se vendieron las primeras fotografías de cámara fija, siendo compradas por la revista Leslie's, y salieron publicadas el 5 de febrero de ese mismo año”. De esta fotografía existen dos originales, una ubicada en la Biblioteca del Congreso en Washington D.C., y la otra en la Universidad de Texas A&M.

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Antes y después de Columbus

Berumen señala que la hipótesis original de su investigación tuvo como base el manejo que Francisco I. Madero había tenido con los medios de comunicación de Estados Unidos, principalmente en la frontera, cuando estableció su campamento en las afueras de Ciudad Juárez, generando el inventario de fotografías más impresionante de la Revolución Mexicana.

“Pensamos que la llegada en 1911 de Pancho Villa con Madero, y posteriormente como líder de la Revolución en el norte en 1913, podía representar una revolución mediática. Sin embargo, nos encontramos ante la ausencia de datos que nos confirmaran esta tesis. Lo que descubrimos fue que el mito de Villa se construyó en Chihuahua y Durango a través de la tradición oral y que tenía que ver con sus propias batallas, lo que tuvo una equivalencia en poder político. Era un hombre como todos los del pueblo, de los más humildes, la gente lo identificaba como uno de ellos”, dice Berumen.
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De esa manera salta la pregunta de si en Estados Unidos solo iban tras las pisadas de un guerrero victorioso, y así fue, el mito de Villa ya estaba construido en 1913. Cuando el 25 de diciembre de ese año apareció en la portada de “Leslie's” una imagen coloreada de Villa (tomada originalmente en 1911), él ya era el gobernador de Chihuahua, uno de los estados que tenía más relaciones comerciales con Estados Unidos.

Dice además que tratar de entender el proceso de construcción del mito de Pancho Villa, es adentrarse en uno de los imaginarios más fabulosos del siglo XX, pues aunque nació en tierras mexicanas, los periódicos y el cine estadunidense lo retomaron y se encargaron de acrecentarlo y transformarlo en nuevas versiones.

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“Lo que encontramos en Estados Unidos fue una riqueza incalculable y tiene una lógica, porque la mayoría de los reporteros que estuvieron en el norte de México en ese periodo venían de periódicos y revistas estadunidenses, y lo que hicieron fue llevar su material a sus respectivos trabajos”, agrega el historiador.

Y continúa, “en México acudimos a la Fototeca Nacional del INAH, en Pachuca, Hidalgo, que es el camino tradicional que un historiador sobre la Revolución tiene que hacer. También en archivos de Chihuahua y en otras partes, pero especialmente en acervos de Estados Unidos”.

Berumen destaca que las publicaciones negativas aumentaron después de que un grupo de soldados villistas atacara Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916. Este mismo hecho impidió que el lado positivo del mito pudiera asentarse en EU, con excepción de la población de origen mexicano.

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La cantidad de publicaciones sobre Villa también creó una multiplicidad de las versiones prácticamente infinitas. El resultado fue una variedad de Villas, con todo tipo de caras, errores y excesos. El Houston Post, por ejemplo, publicó un artículo sobre él y lo representó gráficamente con la foto de Zapata.

El grado de corrosión que el mito tuvo en los Estados Unidos fue tal que logró alejar el contenido del personaje histórico volviéndolo extremadamente ambiguo. Lo que hicieron los periódicos estadunidenses fue comprar en México toda la información relacionada con hazañas y aventuras de Pancho Villa, la deformaron de acuerdo con las necesidades de sus consumidores y de una forma procesada la pusieron de nuevo en circulación.

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“Básicamente de estos productos los que cruzaron en demasía al sur de la frontera fueron las fotografías, las cuales empezaron siendo publicadas por revistas ilustradas en la capital mexicana y posteriormente por compañías de postales en todo el país. Eso demuestra que la fotografía no se incorpora a la memoria colectiva ni puede influir en la construcción de las imágenes, sino hasta su publicación”, concluye Berumen.

Son muchísimos los temas que quedan fuera en este acercamiento al personaje, y que igualmente tendrían cabida por su relevancia o interés, sin embargo y como se dijo al principio, el hombre mito que fue y es Francisco Villa, es complejo en demasía y será el lector quien decida qué parte de la historia creer y qué actitud tener ante esta.

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Fotografías de Gabriel Barraza en el Museo Histórico de la Revolución en Chihuahua

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