Memoria de la Patria
Foto: Net Noticias | Foto: Simón Estrada

El Templo de San Francisco de Asís es uno de los edificios más antiguos de la ciudad de Chihuahua, incluso más que la Catedral Metropolitana. Destaca por su arquitectura sencilla, sin gran decoración en el exterior, por su retablo que data del siglo XVIII y por sus pinturas históricas de la antigua capilla de Nuestra Señora de Loreto que se encontraba en donde ahora es el Palacio de Gobierno.

El edificio ubicado en la Calle 15, justo a espaldas de la Plaza Mayor, en el corazón de Chihuahua, es parte de la Ruta de Independencia de México, pues ahí estuvieron enterrados durante 12 años los restos de don Miguel Hidalgo y Costilla, considerado el Padre de la Patria.

De manos franciscanas

La construcción del templo fue solicitada por Fray Miguel Nájar, comisario y visitador de la Tercera Orden Franciscana en el año 1715, seis años después de la fundación de Real de Minas de San Francisco de Cuéllar, hoy ciudad de Chihuahua.

En 1721 comenzó la edificación luego de que Pedro Tapiz y García, obispo de Durango (región a la que pertenecía Chihuahua) y Manuel San Juan y Santa Cruz, capitán general de la Nueva Vizcaya, concedieron el permiso en un solar donado por el corregidor general de la población José Orio y Zubiate.

Gastón Fourzán, arquitecto encargado del templo, cuenta que los franciscanos eran un grupo religioso importante que se encargaban de la evangelización en la región que abarcaba desde Zacatecas hasta Nuevo México, por lo que desde que se decretó la fundación de la ciudad se buscó un espacio para que los frailes realizaran el culto y las actividades propias de la orden, como enseñar a leer y escribir a niños y niñas.

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Foto: Simón Estrada

El 4 de octubre de 1726 se bendijo el recinto y para 1738 se construyó la capilla anexa del templo dedicada a San Antonio de Padua y finalmente en 1741, con la instauración de la torre, el templo se terminó. Fueron 20 años de trabajo en los que los propios frailes colaboraron en la construcción. En ese mismo periodo se levantó la Catedral de Chihuahua, terminada hasta 1760.

La ciudad tenía alta actividad minera por los yacimientos en Santa Eulalia, por eso en un principio se decidió que la advocación del templo fuera a San José, patrono de los mineros. Sin embargo, en 1891, se cambió la advocación que hasta la fecha continúa a San Francisco de Asís.

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Foto: Simón Estrada

Al costado derecho del templo se construyó un hospicio en donde los frailes franciscanos albergaban a niños huérfanos y abandonados, así como a personas sin hogar o peregrinos, además fungía como escuela para las niñas y niños de aquel entonces.

El hospicio pasó a ser conocido como El Convento en el siglo XVIII. El gobernador y capitán general de la Nueva Vizcaya el teniente coronel, José de Fanyi, otorgó en 1773 a los religiosos franciscanos elevar la custodia a la categoría de convento.

Descanso del libertador

Uno de los momentos más importantes del templo, y quizás la razón por la que se volvió tan simbólico al grado de convertirse en Patrimonio Cultural de México, fue cuando en el inmueble descansaron los restos del Padre de la Patria por poco más de una década.

En 1811, después de que terminó la Guerra de Independencia, insurgentes capturados en Acatita de Bajan, Coahuila, fueron trasladados como prisioneros a Chihuahua, algunos de ellos fueron encarcelados precisamente en las instalaciones del convento.

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Foto: Simón Estrada

El 30 de julio de ese mismo año tras su fusilamiento, el cuerpo decapitado de Hidalgo y Costilla fue sepultado en la capilla anexa del templo, dedicada a San Antonio de Padua. Su cuerpo permaneció en el inmueble religioso hasta su exhumación en 1823 para después ser trasladado a la Ciudad de México.

El arquitecto Gastón Fourzán ejemplifica con este suceso la división de la Iglesia Católica en aquellos años. Por un lado, el obispo de Durango fue el que realizó el decreto duro y estricto de excomunión del Padre de la Patria, y por el otro, los frailes franciscanos fueron por cuenta propia al lugar donde fue fusilado Hidalgo para recoger su cuerpo y sepultarlo en el templo.

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Evidentemente esto no pudo haber sido a escondidas de las autoridades, quienes seguramente dejaron pasar la acción de los frailes, pues la sentencia de muerte en contra del cura y de los insurgentes venía directamente desde el virrey.

En agosto de 1855 con las Leyes de Reforma emitidas por el presidente Benito Juárez en el estado, se nacionalizó el templo, los terrenos contiguos se enajenaron a particulares causando la desaparición del convento y quedando únicamente el recinto religioso, así como una puerta del lado izquierdo que aún guarda la fachada de la entrada del antiguo hospicio. El templo fue ocupado por la federación y se le dieron distintos usos. En la actualidad es administrado por los religiosos de la Orden de Santo Domingo.

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Sello arquitectónico

El edificio es sencillo en cuestiones arquitectónicas. No posee grandes decoraciones ni ostentosos relieves, características de las misiones franciscanas en el norte de México. Cuenta con una amplia nave en forma de cruz latina, una majestuosa cúpula que le da un sello particular y una torre de un solo cuerpo, que precisamente corresponde a un recinto religioso modesto, referencia al voto de la humildad, uno de los principales de los frailes franciscanos. Los techos eran de viguería de madera enterrados mientras que el presbiterio tenía bóveda de piedra.

El retablo principal era de madera con decorado en forma de pirámide truncada, con la base menor hacia abajo y el estilo barroco data de entre los años 1750 y 1760, sin embargo, debido a su deterioro, en el año 1906 se antepuso otro de cantera con estilo neoclásico.

En fotografías de los años 1880 y 1885 aparecen dos retablos, uno en el extremo derecho y otro en el izquierdo distintos a los actuales, ya que en 1900 las estructuras que pertenecían a la capilla de Nuestra Señora de Loreto del antiguo Colegio de Jesuitas fueron empotrados en el templo.

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Foto: Simón Estrada

Los retablos se encontraban en la torre donde fue prisionero Miguel Hidalgo y Costilla, misma que por orden del presidente Benito Juárez no fue demolida, por lo que se lograron rescatar y luego se instalaron en el templo.

Las estructuras están dedicadas a Jesús Nazareno y a la Madre Santísima de la Luz, constituyen una magnífica muestra de talla de madera dorada y policromada de estilo barroco y con columnas que corresponden al siglo XVIII. Las pinturas y cuadros que se encuentran sobre las paredes del templo son precisamente de los retablos antiguos.

Sobre el crucero que está ornamentado por medio de arcos de cantera que se trabajaron en forma rústica, se encuentra una cúpula de media esfera sobre una base circular de cuatro ventanas cuadradas enmarcadas en piedra y una linternilla.

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Se encuentran también dos capillas anexadas, la de San Antonio al lado derecho que tiene una placa conmemorativa de Miguel Hidalgo y la bandera mexicana en el presbiterio, y por el lado izquierdo la de la Virgen de Guadalupe.

La fachada de San Francisco cuenta únicamente con la puerta principal de arco y la ventana del coro a la que rodean dos pequeños nichos. A la derecha con menor altura se encuentra la entrada de la capilla de San Antonio de Padua, cuya puerta de acceso es idéntica a la principal, pero con una ventana redonda en la parte superior.

El recinto religioso se encuentra además rodeado por un atrio que se limita por una reja de forjado metálico y con columnas de cantera en sus ángulos. En dicho atrio se encuentra el busto de Miguel Hidalgo y Costilla en conmemoración a que su cuerpo reposó en la capilla de San Antonio. Al extremo izquierdo está el portón de acceso del antiguo convento, ornamentado por el Escudo Franciscano labrado en cantera.

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Foto: Simón Estrada

De acuerdo con el artículo 36 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas, el templo es un inmueble de propiedad federal vinculado a la historia de la nación.

Por todo esto el Templo de San Francisco de Asís es un punto de interés artístico, arquitectónico y de historia de la ciudad de Chihuahua. Es un monumento histórico que representa la llegada de la religión a nuestra capital, el desenlace de la Guerra de Independencia y la memoria de nuestros antepasados.

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