
Chihuahua.– “Nací en el desierto, y el llano alimentó mi imaginación con las fantasías que pueblan sus vacíos infinitos”, es una frase del filósofo, escritor y académico chihuahuense José Fuentes Mares.
Entre las calles Simón Bolívar y 2da, del centro de la ciudad de Chihuahua, un monumento recrea al personaje mirando al horizonte, como si viera el tiempo pasar y ahora agregara más páginas a “Bio grafía de una Nación” (1984). Como pensador no se rigió por el patriotismo, ni la religión, pero encontró en la imperfección de su país el ver dadero amor, y lo dijo así: “Yo amo a México porque no me gusta”. Su personalidad era una paradoja, así lo descifra su colega Luis González y González en La Academia Mexicana de la Historia, de donde fue miembro.
Fuentes Mares fue filósofo, historiador y literato. Era licenciado en derecho, catedrático y doctor en filosofía, estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre los años de 1943 y 1946, realizó estancias de investigación en Ottawa, Canadá, y Nueva York, EUA. Aprovechó para dar la vuelta al mundo. “En 1948 estuvo de profesor huésped en las universidades Internacional de Santander e Hispanoamericana de Sevilla. En 1949 publica “México en la Hispanidad”, su primer trabajo de crítica histórica”, apunta González.
Mares reconoció siempre como su maestro a Antonio Caso, pero también tuvo la influencia de Oswaldo Robles, David García Bac ca y José Vasconcelos.
Fuentes Mares estuvo sumergido en los Archivos Nacionales de Washington, y después, en 1950, se dedica a la investigación histórica, obtiene una beca de la Fundación Rockefeller.
Escritor y rector de la UACh
En la literatura debutó con dos no velas “Cadenas de Soledad” (1958) y “Servidumbre” (1960).
Cuando Fuentes Mares vuelve a su natal Chihuahua con su esposa, Ema Peredo, con quien tuvo cuatro hijos: Ema Luisa, Verónica, Gerardo y José Enrique. Fue director de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua en 1955 y rector en 1958. Fue breve rector de la UACh, solo unos meses, “se le obligó a dejar el cargo por sus ideas polí ticas, que, en ese tiempo, ofendían las creencias de fuertes grupos de poder que manejaban el gobierno de Chihuahua”, apunta en su bio grafía Jorge Ordóñez Burgos.
Sus obras son parte del acervo cultural mexicano, de nuevo citando a González: “Sobre la base de una vasta y va liosa documentación, distraída de numerosos archivos y bibliotecas de México y los Estados Unidos recrea la etapa del país que corre de 1861 a 1872 una tetralogía célebre: 'Juárez y los Estados Unidos' (1960); 'Juárez y la intervención' (1962); 'Juárez y el Imperio' (1963), y 'Juárez y la República”. […]
En 1967 estrena “La Emperatriz”; en 1968, “La Joven Antígona se va a la Guerra”, y en 1969, divierte al público “con una farsa antipatriótica” referente a “Su Alteza Serenísima”. Tampoco podía faltar la invención del personaje histórico: “Las Memorias de Blas Pavón” (1966) que narran las peripecias de México en el siglo XIX, y “La Revolución Mexicana, Memorias de un Espectador” (1971).
En 1980 fundó y dirigió el periódico “Novedades de Chihuahua”. En el final de su vida, consumida por la Leucemia (en 1986), escribe “Biografía de una Nación” (1984). En el último año de su vida lo dice así: “Si escribí Santa Anna, El Hombre; Miramón, El Hombre, y Cortés, El Hombre, ¿por qué? no ahora este libro sobre el hombre que soy yo mismo?”. Y en sus momentos de agonía se describió: “Tan moreno como soy, y con tanto glóbulo blanco en la sangre”.