En un país donde para hacer el trámite más sencillo te piden hasta el acta de defunción, el Senado decidió dar un gran paso hacia la modernización administrativa… y dos hacia el control centralizado. Con 63 votos a favor, se aprobó la flamante Ley Nacional para Eliminar Trámites Burocráticos, un nombre que suena tan atractivo como “Dieta sin dejar de comer” o “Gobierno eficiente”. Solo que: ninguno de esos conceptos suele terminar bien.

La nueva norma introduce la CURP biométrica, una maravilla tecnológica que incluirá huellas dactilares, iris, firma digital y hasta fotografía facial. Sí, una especie de INE 4K, o quizás 4T, más íntima que tu propio espejo. Para acceder a servicios públicos —de cualquier nivel de gobierno— se requerirá también de la plataforma digital Llave MX, el nuevo pase mágico para todo trámite oficial. Porque, al parecer, la verdadera transformación digital comienza cuando el Estado tiene toda tu información en su nube.

Por supuesto, el oficialismo ha salido con los tambores del progreso: que esto combate la corrupción, que agiliza servicios, que México se moderniza. Todo muy 4T. Pero la oposición, siempre dispuesta a arruinar la fiesta tecnológica, recordó que no todos los mexicanos tienen acceso a internet, que el país no es Disneylandia, y que los derechos digitales, como los del ciudadano común, deberían tener alguna protección legal que no venga con letra chiquita. Advertencias como “esto puede terminar en vigilancia masiva” o “no hay controles judiciales claros sobre tus datos biométricos” suenan a ciencia ficción… hasta que te niegan el pasaporte porque tu iris no hace match con el sistema.

La creación del Portal Ciudadano Único y la desaparición de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria tampoco parecen casualidades. ¿Simplificar procesos? Tal vez. ¿Concentrar funciones estratégicas en una sola agencia? También. Porque si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que centralizar información sin transparencia suele terminar más cerca del autoritarismo que de la eficiencia. Y aunque aún no hay sanciones previstas -hasta ahora- para quienes no tramiten su CURP biométrica, se nos recuerda amablemente que será indispensable para recibir servicios. Traducción: o entregas tu cara, tu firma, tu dedo y tu iris, o buena suerte con el trámite oficial más simple.

La pregunta no es si debemos digitalizar al Estado —eso es urgente y necesario—, sino cómo hacerlo sin poner a los ciudadanos en una fila virtual permanente frente al Gran Hermano digital que todo lo ve. Porque, mientras el discurso habla de modernización, la práctica huele un poco a candado digital: moderno por fuera, restrictivo por dentro. Y como siempre, el diablo no está en los trámites... sino en los datos y esa no es la idea…

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