Los Atléticos de Oakland afrontan esta noche su último partido de la temporada como locales. En cualquier circunstancia normal esto no tendría ninguna relevancia. No obstante, para los elefantes blancos este será el último juego en la bahía antes de partir hacia Las Vegas.

Todo esto tras una temporada de protestas, boicots, enojos, asientos vacíos y muchas pero muchas derrotas. A la par de todo ha estado un aficionado que, bien o mal, por las buenas o por las malas, no ha dejado de alentar al que todavía no ha dejado de ser su equipo.

El enojo

Los Atléticos no le son ajenos a las mudanzas. Llegaron de Kansas City a Filadelfia en 1955 tras su creación en 1901, para 1968 se había vuelto a cambiar de casa, esta vez a Oakland: a un Coliseo que era nuevo, vanguardista y al que no le fallaba el alumbrado ni el sistema de drenaje.

En el camino hacia este jueves hubo protestas poco usuales pero que dejaban entrever el descontento de toda una región en California. Para su juego de Opening Day el 28 de marzo ante los Guardianes de Cleveland entraron solo 13 mil personas al estadio, el séptimo peor récord de asistencia en la historia del equipo. Al exterior del recinto, sin embargo, cerca de 30 mil fieles se limitaron a ver las hostilidades por televisión.

Esa misma escena se repitió juego tras juego. También abundaron las pancartas con la leyenda de “Vendan el equipo” dirigidas al dueño de los A’s John Fisher. Los aficionados rivales también se unieron a los inconformes, desde los Angelinos de Anaheim, hasta los acérrimos Gigantes de San Francisco: todos se pusieron en su momento la gorra y la camisola verde para apoyar a la causa en contra de la ciudad del pecado.

“No, yo los he apoyado toda mi vida, vengo desde niño todos los domingos. Ganen o pierdan aquí estoy, el Coliseo de Oakland me trae muchos recuerdos y yo quiero mucho a los Atléticos, son parte de mí. Las Vegas no va a ser mi equipo, yo soy de Oakland, de aquí soy, no de Las Vegas”, decía Andy Cho, parte de la porra del equipo.

La tristeza

Tras seis meses de nada más que casos omisos, el respetable color esmeralda parece haberse resignado, con todo el dolor y la nostalgia del mundo, a que la novena de sus amores si se va. Los boletos para el juego de esta tarde contra los Rangers de Texas ya están agotados: 42 mil 518 tickets, todos con dueño.

A todo esto, John Fisher le escribió una carta a la afición de los californianos. Misma que dicho grupo calificó como “fría”, “falsa” y “descarada”

“Nuestra meta era crear un equipo campeón en Oakland, con un nuevo estadio que no pudimos construir. Lo intentamos todo y el esfuerzo no nos alcanzó, por eso es que esta despedida es tan difícil, por que los Atléticos son parte del tejido social de Oakland, son la Oakland misma. Lo único que les puedo pedir es que nos apoyen, que continúen en el camino con nosotros y que sigan portando los colores verdes y dorados”, señalaba el ejecutivo.

Las cuentas

A poco más de medio siglo de que llegaran al conocido como “el lado bonito de la bahía”, los A’s empacan sus maletas con rumbo a Sacramento (Su casa temporal hasta 2027), con siete banderines de la Liga Americana. 17 títulos de división y siete Series Mundiales, siendo la última la de 1989 y de especial significado para el área de la bahía por terremoto de Agua Prieta que unió en hermandad con su rival de aquella serie: nadie más y nadie menos que los Gigantes.

“Yo no me voy a tragar las mentiras de John Fisher, nadie debería. Odio Las Vegas, esa la peor ciudad de Estados Unidos y no es casa para los Atléticos”, dijo en uno de sus últimos conciertos Billie Joe Armstrong, cantante de Green Day nacido en Oakland y aficionado a los Atléticos.
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