Fernando Platas: El proceso de Sídney a París
Foto: Net Noticias | Fotografía: Cortesía / Gráfico: Náyade Cruz

Ciudad Juárez.– El clavadista y medallista olímpico Fernando Platas aprovechó en su última visita a Ciudad Juárez para compartir sus reflexiones del pasado, el presente y el futuro del deporte en las albercas mexicanas y de esta frontera.

El deportista, quien se llevó la plata en Sídney 2000, fue campeón del mundo en Japón un año más tarde y portador de más de un puñado de medallas centro y panamericanas, convivió con jóvenes universitarios en una localidad donde los deportes acuáticos han perdido presencia durante los últimos 20 años.

A 24 años de haberse subido al podio en Australia, con muchas competencias en esta frontera, Platas ha visto de primera mano cómo las disciplinas bajo el agua han perdido terreno en la localidad ante el boxeo, las artes marciales y el levantamiento de pesas.

¿Y los clavadistas juarenses?

“Hubo una época en la que los deportes acuáticos fueron un referente en Juárez por la cercanía que tenía con la frontera y con un estado que era potencia en estas disciplinas, eso era muy importante para los clavados y para el waterpolo, porque se hacían competencias con los Estados Unidos. Desafortunadamente es algo que se ha ido perdiendo y nosotros, como deportistas acuáticos, hemos perdido instalaciones deportivas. Al final, el gran reto de México siempre es ese, que las instalaciones deportivas se utilicen y se desarrollen a largo plazo”.

Para Platas los deportes como el taekwondo y el judo, que han llegado por influencia de familias que migraron hasta Juárez, han trascendido más allá de las competencias y se han vuelto un instrumento de unidad y de prevención para la región norte de este estado después de haber vivido sus épocas más duras.

“No nada más ha sido el taekwondo, ha habido muchos atletas en el judo, el karate, en la lucha y en la halterofilia que también ha tenido un buen momento. Creo que al final tienen que ver mucho las familias que vienen de diferentes estados y terminan aquí con segundas y terceras generaciones. Al final, el deporte de Juárez ha sido una herramienta que históricamente ha unido a las familias y va más allá de lo recreativo, es una herramienta de vida, de prevención y de salud. Al final el talento está ahí, hay que buscarlo, me gusta mucho ver a universidades que consideran el deporte como una herramienta de desarrollo profesional, no está peleado con lo académico, también hay que tener un equilibrio y para eso está el deporte”.

El octavo clavado, camino a Sídney

En el sentir de Platas también queda claro, aquel clavadista de entonces 27 años sabía exactamente qué hacer aquella tarde australiana arriba del trampolín. No había presión, no hubo nervios, había únicamente el trabajo de dos ciclos Olímpicos atrás y la preparación para pelear la medalla.

“Siempre hay una parte que se siente bien cuando la presión está a tope, porque sabes que estas en el lugar que siempre buscaste, a mí me costó dos ciclos Olímpicos llegar a eso, fue algo por lo que siempre pelee y no la iba a dejar. Al final fue genial vivirlo, estábamos en el lugar en el que merecíamos, sabíamos que era algo que nos habíamos ganado y que teníamos la capacidad para estar ahí y para responder. Sí sabíamos que estábamos ante los mejores competidores, en la mejor competencia del mundo, pero que la podíamos ganar, había que disfrutar y hacer lo mismo que habíamos hecho todos los días por dos años”.

Para aquel entonces, Fernando había fracasado en su intento de medalla durante los juegos de Barcelona 92 y se había quedado fuera de Atlanta 96. No obstante, asegura que no pudo haber existido la medalla sin los errores de los años anteriores.

“Es difícil explicar la sensación, pero en realidad nunca pudo haber existido Sídney 2000 si no hubiera existido un Barcelona 92 y un Atlanta 96, al final esa experiencia, mi lesión que complicó tanto el proceso para Barcelona y tener que reinventarme para Atlanta, tener un ciclo casi perfecto en Atlanta, pero no llegar a la medalla, creo que no hubiera pasado nada de lo que pasó en Sídney”.

Uno podría pensar que el momento más alto de su carrera sería su predilecto, pero no. Ese honor le correspondió al último tirón de su trayectoria: Atenas 2004, juegos que él mismo califica como de él y “solo para él”.

El ciclo ‘egoísta’ del retiro

Aquellos juegos de Grecia—en los que el olimpismo regresaba a la ciudad que lo vio nacer— fueron un proceso de retiro planeado recién terminada la justa del nuevo milenio. Fue también tiempo de nostalgia, pero no para ser mentor de las nuevas generaciones.

“Atenas fue una etapa egoísta, fue para mí, para disfrutarlos yo, para llegar a la final Olímpica, para quedar en quinto lugar, para disfrutar por última vez lo que había hecho por muchos años, voltear ver para todos lados y saber que no le debía nada a nadie y que estaba, y estoy enamorado de mi deporte. Yo lo disfruté mucho y sí fue muy egoísta, pero yo creo que eso es parte de lo que te permite la satisfacción personal. Que puedas empezar y terminar un proceso, de los cuatro ciclos Olímpicos yo puedo decir que Atenas fue el que disfruté más”.

De ahí le siguió el retiro, uno que se dejó sentir apenas un día después de haber dejado la concentración del equipo mexicano.

“A mí se me rompe burbuja del atleta al otro día de Atenas. Al otro día yo dije que iba a dejar de tomar las pastillas que tomaba para mis dolores de los hombros y sentí todos los dolores que ya traía, esa noche no pude dormir. Llegué con el doctor de la selección para pedirle mis medicamentos y me dijo ‘dame chanza, te los doy mañana’, cuando antes me atendían inmediatamente. No lo hizo en mala onda, simplemente se cerró la etapa y sabes que tienes que hacer las cosas como una persona normal, tienes que sacar cita con el doctor, las cosas te cambian y fue el mejor trago de realidad que pude tener, porque si no, no te das cuenta que tu vida Olímpica ya acabó y que tienes que empezar otra etapa”.

Hoy, desde antes de que se encienda la llama Olímpica en París 2024, la atención de Fernando está puesta en la delegación mexicana, en sus clavadistas y en sus abanderados. En los que bien podrían consumarse como íconos de la disciplina y colgarse medallas al cuello.

Los que siguen

La delegación mexicana desfilará el próximo 26 de julio por los Jardines de Trocadero con una clavadista aferrada a la bandera nacional: Alejandra Orozco, en busca de su tercera medalla. Con ella viajará el resto del equipo encomendado para tirarse a la fosa, al que Platas no le ha quitado los ojos de encima.

“Yo siempre trato de ser muy prudente con los clavadistas, primero porque los aprecio mucho, los considero amigos y son gente que admiro. Ale Orozco es un ícono de nuestro deporte como doble medallista, es un digno reconocimiento que sea la abanderada, creo que es una mujer que pone su personalidad y su experiencia a una delegación que la necesita. Los sueños a todos haciendo su mejor día de competencia y si eso sucede, si ganan la medalla de oro, podríamos estar frente al mejor equipo de clavados de toda la historia”.

¿Te faltó algo por hacer? Se le preguntó al entonces campeón sobre su postura en retrospectiva.

“No, yo siento que hice todo lo que tenía que hacer. Gané lo que trabajé, perdí lo que no entrené y al final me quedé muy contento con mi deporte, lo sigo viendo y sigo tratando de aportarle cosas, porque sigo enamorado de mi disciplina”.
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