
Ciudad Juárez.- Los Bravos de Ciudad Juárez sorprendieron a propios y extraños la tarde de este sábado superando a la Máquina Cementera del Cruz Azul por marcador de 1-0 llevándose la victoria.
El clima era como de cuaresma y para sorpresa de nadie los locales eran visitantes en su casa. Así arrancaban las hostilidades entre la máquina cementera del Cruz Azul y los Bravos de Ciudad Juárez.
¿Apoco sí?
¿Sabe cuánto tardó Juárez en sentir el miedo? Exactamente 30 segundos. Eso se tardó Carlos Rotondi en generar la primera de peligro gracias a un error de Denzell García.
Ya marcaba el minuto cinco y Bravos tenía sumada la gloriosa cantidad de cinco toques de bola. Asentado estaba el partido, ya no había round de estudio….Todo todito el ritmo era de Cruz Azul.
Esto hasta que Kevin Mier se alocó, salía hasta el tercio defensivo y dejaba el arco desprotegido. Para desgracia de los locales, a Jairo Torres se le trababan los pies y no había tiro. A todo esto, el otro portero se tragaba la rechifla porque a los celestes no se les olvida Sebastián Jurado.
Cuarto de hora y ya se le abrían espacios más que pequeños a Juárez a la contra. Estos mismos servían de poco porque el Puma Rodríguez mandaba la pelota a la grada 20 en dos centros.
A eso del 20 el puma le quiso callar la boca a este humilde cronista y en uno de esos pequeños espacios se mandó a hacer su gol rompiendo la defensa y poniendo un tiro cruzado que Mier no pudo alcanzar. Era sorpresiva la ventaja del 1-0.
Con 15 minutos por jugar y ahora si se trababa el asunto. Los muchachos de Martín Varini se hacían a la clásica idea de tirarse para atrás y destruir todo lo que tocaban. Dieter Villalpando no hacía más que tragar tierra, en cuanto a futbol estaba desaparecido.
Al 35 los apagados cementeros hallaban por donde muy apenas: el centro eres de Carlos Rotondi pero las manos eran de Jurado. Era pegajosa, estorbosa y hasta jodona la marca de los fosforescentes. Cruz Azul no podía trabajar y se nos iba el primer tiempo.
Lo anterior no sin antes ver otro exceso de Mier y sus fantasías de delantero. Otra vez se le ocurría salir y regatear. Todo para perder la pelota, de no ser por la humanidad de Gonzalo Piovi la ventaja se hubiera duplicado.
Así nos íbamos al descanso, el cemento no fraguaba y la ventaja era fronteriza y mínima: 1-0.
La Máquina se quedó sin pito
Arrancábamos la segunda mitad como tenía que ser. Dieter Villalpando que había sido igual de útil que un par de guantes para mancos se iba de la cancha; en su lugar entraba el canterano (Sí, canterano aunque usted no lo crea) Jan Carmona.
Pasábamos de trabado a ríspido: todo mundo salía violento del vestidor y se tiraban caballazos a diestra y a siniestra. El centro del campo se arreglaba, el que se quedaba en dicho sector era Jairo Torres para poner el orden que tanto le faltaba.
Esa misma calma le daba chance a Jairo Torres de meter un centro. Centro que no pudo rematar bien Estupiñán, se le entumía ls cabeza con el frío, no giraba y se perdía el gol. Acto seguido, salía de cambio….Sabrá Dios por qué.
A eso del 60 pasaba algo muy extraño arriba en la grada. Esos vestidos de azul, esos que eran localía empezaron a echar porras no para el grande sino para el más chico de los chicos….En su pellejo lo hallarán dice la biblia.
Venía entrando de cambio Ángel Saldívar y llegaba perdonando el gol. Su cabezazo maltrecho terminó pegando en la masa corporal de Mier que después procedió a hacerse el muerto tras un choque con el Puma.
Por su parte, el cuadro de la cooperativa se ponía de frente al arco solo para impactar la número cinco en las piernas de la defensa de las tierras de Juan Gabriel. Ángel Sepúlveda también le buscaba pero el balón le quedaba largo. Salía de cambio Gabriel “Toro” Fernández ante toda la afición de Juárez que lo recontra silbó desde lo más profundo de su corazón.
Ya llegábamos al 75 y la balanza parecía desbalancearse muy de a poco para los muchachos del profe Martín Anselmi. Para su desgracia, Bravos aguantaba ya sin luz de sol y con todos los cambios agotados. Se acababa el tiempo y el cemento nomás no fraguaba, mucho menos fijaba. No pitaba la máquina.
Los últimos intentos del azul eran como de albañil quería él sacar un jale chicano. Sin rumbo, sin forma y sin fondo.
Al 90 más tantito Iván Antonio López Sánchez vestido color pipí, hizo sonar el silbato para finiquitar el rompequinielas de Bravos: 1-0 se llevaban la victoria.