
Ciudad Juárez.– El mundo de la gastronomía está lleno de mitos y costumbres que varían según la región y la tradición culinaria. Uno de los debates más comunes entre los amantes del marisco es si es realmente necesario quitar la tripa o también llamada "vena" a los camarones antes de cocinarlos.
Y es que para muchas personas, no hacer esta acción puede poner en riesgo la salud, sobre todo cuando se consumen curtidos, es decir, sin ningún tipo de cocción.
¿Qué es la 'vena' del camarón?
La tripa del camarón, también conocida como vena intestinal, es una línea oscura que recorre la parte superior del crustáceo. Esta estructura es, en realidad, su sistema digestivo y puede contener restos de arena y desechos de los alimentos que consume este animal en el fondo marino, el cual suele comer carroña que cae desde la superfice hasta el fondo del agua.
Según los expertos, ingerir camarones con la tripa no representa un riesgo para la salud si han sido bien lavados y cocinados adecuadamente. Sin embargo, algunas personas prefieren retirarla por razones estéticas y para evitar cualquier textura arenosa, pero también para evitar el sabor amargo en los mariscos que puede crear el no retirlarla.
Algunas ventajas para retirlarla son:
- Mejor presentación: Retirar la vena intestinal da una apariencia más limpia y agradable al plato.
- Evitar texturas desagradables: En algunos casos, la tripa puede contener arena o residuos que afectan la experiencia culinaria.
- Preferencias personales: Muchas personas encuentran desagradable la idea de consumir el contenido del intestino del camarón.
Motivos para dejarla:
- No afecta el sabor significativamente: En la mayoría de los casos, la tripa no altera de manera notable el gusto del camarón.
- Ahorro de tiempo: Retirar la vena puede ser un proceso tedioso, especialmente cuando se cocina una gran cantidad de camarones.
- Algunas recetas la incluyen: En ciertos platillos, la vena no se retira porque se cocina de una manera que la vuelve imperceptible.
Eliminar la tripa de los camarones es una decisión personal que depende de la presentación deseada, la textura y la tradición culinaria. Aunque no es imprescindible para la seguridad alimentaria, muchos chefs y cocineros caseros prefieren hacerlo para mejorar la calidad del platillo. En definitiva, la elección queda en manos del comensal.