Burdeos.- El paisaje en los prestigiosos viñedos de Burdeos luce como siempre, con los racimos de uvas gordas y maduras que penden de las hileras de viñas verdes, pero este año es distinto en una de las regiones vitícolas más célebres de Francia y en otras partes de Europa. La cosecha que antes comenzaba a mediados de septiembre es más temprana que nunca (se ha adelantado a mediados de agosto) debido a una sequía grave y la adaptación de la industria del vino a los efectos imprevisibles del cambio climático.

Paradójicamente, la estación de las olas de calor y los incendios forestales produjo uvas excelentes, aunque menores rendimientos, pero lograr semejante vendimia obligó a efectuar cambios creativos en las técnicas de cultivo, como podar las viñas de distinta manera y regarlas en lugares donde generalmente el riego está prohibido. Adicionalmente, los viñateros de toda Europa que han conocido los efectos del calentamiento global se preguntan con preocupación qué vendrá en lo sucesivo.

Hasta ahora, “el calentamiento global es muy positivo. Tenemos mejor madurez, mejor equilibrio…, pero si miras al futuro y aumentas la temperatura un grado más, pierdes la parte de frescura en el balance del vino”, dijo Fabien Teitgen, director técnico del Château Smith-Haut-Lafitte, un viñedo que cultiva uvas orgánicas para vino en Martillac, al sur de Burdeos.

Los viticultores ajustaron sus prácticas en medio de una serie de olas de calor combinadas con escasez de lluvia que afectó la mayor parte de Europa. En la región de Burdeos, en el suroeste de Francia, incendios gigantescos destruyeron grandes franjas de los bosques de pinos. No llovió desde fines de junio hasta mediados de agosto.

Decenas de trabajadores arrodillados en las viñas cosechan la uva a mano y la colocan en canastas. Se aplasta la fruta inmediatamente para hacer jugo, que se vierte en tanques y luego barriles para iniciar la vinificación.

Se produce así el vino blanco de la célebre variedad Pessac-Léognan. Poco después vendrá la cosecha para el vino tinto.

Eric Perrin, uno de los dueños del Château Carbonnieux, recordó que, durante su infancia, en la década de 1970, la cosecha comenzaba a mediados de septiembre. Este año comenzó el 16 de agosto. Pero la cosecha 2022 puede ser la mejor, dijo Perrin, porque las uvas están sanas y bien equilibradas. El tiempo cálido y seco impidió que las viñas contrajeran moho y otras enfermedades.