Es un clásico: en el universo paralelo de las mañaneras del pueblo, todo se puede explicar con una mezcla de palabras domingueras y un optimismo que raya en la exageración. Esta semana, Marcelo Ebrard nos regaló una joya de sabiduría geopolítica, tras reconocer la intervención de la presidenta Claudia Sheinbaum para evitar los aranceles del 25% sobre los productos mexicanos en Estados Unidos. La respuesta, como era de esperar, no fue una simple gestión administrativa, sino un acto heroico que, según él, demuestra la "sangre fría" con la que se debe actuar para proteger a México de los males exteriores, pues se consiguió un larguísimo y hermoso mes de aplazamiento para la entrada de vigor de ese 25% de tributo. De plano ¡nos salvó la vida!

Para ponerlo en contexto, Ebrard dejó claro que, aunque el panorama global podría no ser el más amable, a México le ha ido mejor que a otros países, y, si todo va bien, le irá más mejor. Es decir, no debemos quejarnos, ya que a otros países les fue peor, la clásica de conformarnos con aquello de que nos fue mal, pero no tanto como a otros, total con un poco de "frío" y "firmeza" basta para que el destino de México se teja solo, sin necesidad de una estrategia económica más robusta o, tal vez, de una mirada crítica a las realidades que enfrentan las empresas locales, que tal parece no son suficientes para dejar de depender de la inversión extranjera. Pero no, todo está bajo control. Al fin y al cabo, tenemos lo que Ebrard denomina “la mejor integración económica” con Estados Unidos, como si las relaciones diplomáticas fueran una especie de pasaporte mágico que garantiza prosperidad eterna. ¿Pensará que ya se nos olvidó como Trump lo dobló en tiempo récord?

Lo que no se menciona, claro está, es que la misma “sangre fría” podría ser la que permita que se ignore la fragilidad de muchos sectores productivos nacionales que dependen de una relación económica equilibrada, no solo de promesas de buen trato. Las empresas mexicanas, aunque no siempre tienen el lujo de recibir la misma protección que las grandes multinacionales, seguirán siendo las grandes olvidadas mientras se habla con tanto fervor de la "mejor posición posible" frente a otros países. Lo que nos deja pensar que, al final, la economía global no es más que un juego de intereses donde los países que pueden actuar con firmeza (y con sangre fría, claro) son los que suelen ganar... o al menos eso es lo que nos dicen.

En su intento por hacer ver que México está en una posición privilegiada, Ebrard no deja de recordar, como si fueran palabras sagradas, que el país tiene una relación económica con Estados Unidos única en el mundo, sin par. Y es cierto, en muchos aspectos, lo es. Sin embargo, es ingenuo pensar que esta “unión” es suficiente para blindarnos de los vaivenes internacionales, sobre todo cuando la dependencia económica con un solo país se convierte en un arma de doble filo. Tal vez la “firmeza” a la que hace referencia Ebrard debería ser un poco más crítica y menos confiada, pues, como bien sabemos, no hay relación tan sólida que no pueda tambalear con un cambio de administración en Washington o con una crisis global.

Para terminar, eso de haber conseguido un mes de gracia para la entrada de los aranceles a todo lo que se envía a la unión americana desde México, no es como para relajarse y echar las campanas al vuelo, pues está visto que Trump, así como dice una cosa dice otra, dependiendo de cómo le amanezca, si no, pregúntele a las bolsas de valores de aquella nación que cayeron estrepitosamente debido a sus tan llevados y traídos aranceles. Total, no se puede entender por qué los políticos insisten en tratar de engañar a la población con declaraciones que saben bien son más frágiles que una galleta mojada y esa no es la idea…