San Salvador.- Fueron solo unas pocas frases en un discurso presidencial de una hora sin un hilo conductor claro, un viernes por la tarde.

Junto con declaraciones sobre la disminución del precio de los huevos y la promesa de expulsar a las “fuerzas corruptas” del gobierno de Estados Unidos, el presidente Donald Trump señaló que cientos de miembros de la pandilla venezolana Tren de Aragua habían sido arrestados.

“Van a leer muchas historias mañana sobre lo que hemos hecho con ellos”, dijo en el Departamento de Justicia el 14 de marzo. “Son gente dura y gente mala, y los estamos echando fuera de nuestro país”.

“Ustedes quedarán muy impresionados”, agregó.

Trump anticipaba el drama que se avecinaba, el cual incluía vuelos clandestinos a otra parte del continente americano, una prisión famosa, inocentes entre criminales y una confrontación dramática entre sus afirmaciones de poder presidencial y un juez federal quien, según Trump, se había extralimitado.

La invocación por parte del presidente de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para justificar la deportación de más de 130 hombres venezolanos, algunos de ellos pandilleros y otros que afirman que estaban en Estados Unidos legalmente —y quienes aparentemente fueron expulsados debido a sus tatuajes comunes—, se desarrolló durante un lapso frenético de 24 horas.

Para cuando Trump habló, cientos de inmigrantes detenidos habían sido trasladados discretamente desde todo Estados Unidos hasta el sur de Texas, y se habían fletado aviones para llevarlos a su destino final, El Salvador, bajo un acuerdo con el presidente Nayib Bukele, quien se autodenomina con orgullo “el dictador más genial del mundo”.

Los hombres fueron trasladados a una megaprisión de máxima seguridad en El Salvador, donde las autoridades rápidamente hicieron un espectáculo de los nuevos reclusos, a quienes raparon y que después fueron vistos de pie, hombro con hombro, en celdas tan hacinadas que algunos no tienen camas.

Pero pronto comenzaron a circular historias de que la escena no era lo que parecía. Algunos de ellos habían insistido desde hacía mucho que no tenían vínculos con pandillas, y sus familias habían presentado documentos que demostraban que no tenían antecedentes penales.

“He hecho esto desde hace mucho tiempo y he visto cosas bastante raras”, dijo el abogado texano John Dutton, quien representó a un hombre que desapareció en la prisión salvadoreña. “¿Pero hacer esto durante la noche, enviar a gente a otro país y directamente a una prisión sin haber sido condenados por ningún delito?”.

“No tiene sentido”, afirmó.

Trump cumplió un compromiso pendiente desde hace tiempo sobre migrantes

Tenía sentido para la Casa Blanca.

Trump había prometido durante años que invocaría la Ley de Enemigos Extranjeros para combatir la inmigración ilegal. Insistió muchas veces, falsamente, que Estados Unidos enfrentaba una invasión de inmigrantes delincuentes. El Tren de Aragua se convirtió en el rostro de esa amenaza y en el primer objetivo de esa ley en décadas.

Elaborada durante la presidencia de John Adams, la ley otorga al presidente poderes amplios para encarcelar y deportar a extranjeros en tiempos de guerra. Solo se ha utilizado en tres ocasiones: durante la guerra de 1812 y durante las dos guerras mundiales.

El gobierno de Trump ya había realizado acercamientos para calificar como guerra el problema de los migrantes delincuentes, sobre todo al designar a ocho grupos criminales latinoamericanos —incluido Tren de Aragua— como “organizaciones terroristas extranjeras”.

El gobierno telegrafió su siguiente paso lógico. Los abogados de inmigración se prepararon para contraatacar.

Vuelos del gobierno anuncian deportaciones a El Salvador

Los vuelos comenzaron a llegar a la pequeña ciudad del sur de Texas el 12 de marzo.

Utilizaron aviones fletados por una rama del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés), los vuelos de ICE Air aterrizaron en Harlingen provenientes de Dallas, Phoenix, El Paso, Texas, y Nashville, Tennessee. Al menos tres provenían de Alexandria, Luisiana, una instalación principal de la red de centros de detención de inmigrantes de ese estado.

Pero no fue sino hasta el sábado 15 de marzo cuando un ejecutivo financiero jubilado de Ohio se dio cuenta de que algo inusual sucedía.

Dos vuelos, notó Tom Cartwright, estaban programados para volar de Harlingen a El Salvador.

Las deportaciones son bastante inusuales los sábados, al igual que los vuelos de deportación de Harlingen a El Salvador, dijo Cartwright, analista de datos de vuelos del grupo de defensa Witness at the Border (Testigo en la Frontera), cuyas redes sociales son monitoreadas de cerca en los círculos de inmigración.

“Todo eso se sumó y me dijo: Hay algo raro aquí”, comentó.

Documentos judiciales mostraron más tarde que, al menos durante la semana anterior, hombres venezolanos en centros de detención migratoria en Nueva Jersey, Pensilvania, Florida y otros lugares eran trasladados en autobús y avión hacia el Centro de Detención El Valle, del ICE, a 40 minutos en vehículo del aeropuerto de Harlingen.

Un maquillador se ve involucrado en las deportaciones masivas

Uno de esos hombres era un maquillador quien dijo haber huido de Venezuela el verano pasado después de que su jefe en un canal de noticias estatal lo abofeteara públicamente.

En un país donde la represión política y la homofobia abierta son parte de la vida, es difícil ser un hombre gay que no apoya al presidente, Nicolás Maduro.

Luego de caminar y viajar en autobús y taxi por Centroamérica y México, Andry José Hernández Romero esperaba encontrar una vida nueva en Estados Unidos. Usó una aplicación móvil de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) para concertar una cita en un cruce fronterizo estadounidense en San Diego.

Allí fue donde le preguntaron sobre sus tatuajes y donde empezó su problema.

Las autoridades migratorias estadounidenses utilizan una serie de “identificadores de pandillas” para ayudarles a reconocer a miembros de Tren de Aragua. Algunos son obvios, como el tráfico de drogas con miembros conocidos del grupo.

Otros identificadores causan más sorpresa: camisetas de los Chicago Bulls, “ropa urbana de alta gama” y tatuajes de relojes, estrellas o coronas, según el material instructivo gubernamental presentado ante el tribunal por la American Civil Liberties Union (Unión Estadounidense de Libertades Civiles, o ACLU).

Los tatuajes fueron clave para identificar como miembros de Tren de Aragua a muchos de los hombres deportados, según documentos y abogados.

Romero, de veintipocos años, tiene una corona tatuada en cada muñeca. Una está junto a la palabra “Mamá”. La otra junto a la palabra “Papá”. Las coronas, según su abogado, también rinden homenaje al festival navideño de los Reyes Magos de su ciudad natal y a su trabajo en concursos de belleza, donde las coronas son comunes.

Romero, quien insiste que no tiene vínculos con Tren de Aragua, fue puesto bajo custodia del ICE y llevado a un centro de detención de California.

Y después, alrededor del 7 de marzo, fue trasladado repentinamente a un centro en Laredo, Texas, a tres horas en autobús del aeropuerto de Harlingen.

“La orden del presidente es deportarlos a todos”

Se suponía que el viernes 14 de marzo sería un día tranquilo para Javier Maldonado.

“Llegué tarde al trabajo, como a las 10 de la mañana”, dijo Maldonado, abogado de inmigración de Texas con sede en San Antonio. “Bebía mi café y pensé que iba a hacer trabajo administrativo y ponerme al día con los correos electrónicos y las llamadas telefónicas”.