La Chaveña nunca ha perdido su reputación de ser uno de los barrios más bravos de esta fronteriza Ciudad Juárez. Dentro de dicho sector, escondido en una plaza (casi como si supiera el ambiente del lugar) se encuentra el Salón de la Fama de la Lucha Libre Juarense, recinto dedicado única y exclusivamente a rendirle tributo a la lucha que dicen que ya no es lucha.

Creado en 2008 por el fallecido Ramón Galicia, surgió como el fruto de un montón de charlas informales entre compañeros del conocido como “el círculo cuadrado” para preservar lo que hasta entonces era nada más una galería de fotos.

La idea fue del propio Galicia, de Sergio Aguirre, mejor conocido como “Cinta de Oro”; José Adalberto Lazalde Ceniceros “El Tigre Romano”; y de Federico Ramírez Ibarra “Rocky Star”. A la fecha, ha entronizado a cuatro generaciones de luchadores que no encontraron lugar en el Salón de la Fama del Deportista Juarense al considerársele deporte espectáculo.

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Pedro Dorantes

“Tuvimos esa idea que salió de muchas, lo platicábamos y nunca hacíamos nada. Cuando nos decidimos hacer el salón de la fama pusimos dos reglas: Llevar el mismo proceso de elección que el salón de la fama de deportistas profesionales, que fueran ellos mismos los que se postularan con sus logros deportivos. La segunda regla es la más importante, que hayan representado a Ciudad Juárez en el país y hasta fuera de él si les fue posible, pero no solo Juárez, sino a esa lucha libre tradicional, esa lucha libre que se perdió”, explica el “Trovador Solitario”, presidente del Salón de la Fama.

“A los jóvenes ahora les gusta andar dando marometas y volando por todos lados. Se dejaron apantallar por los estilos extranjeros y perdimos el estilo que verdaderamente era mexicano”

¿Qué perdimos?

En los tiempos modernos del fino arte del pancracio, el espectáculo y la acrobacia han pasado a dominar el escenario global sin importar la compañía, la arena, el tipo de público ni la promotora. Aquellos de la vieja escuela ven perdido el combate al ras de lona: las llaves y el mantener al rival pegado al piso. Aquel estilo que popularizó la Empresa Mexicana de Lucha Libre (Hoy Consejo Mundial).

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“Eso se perdió. A los jóvenes ahora les gusta andar dando marometas y volando por todos lados. Se dejaron apantallar por los estilos extranjeros y perdimos el estilo que verdaderamente era mexicano. La lucha al ras de lona, el llaveo, el contrallaveo, el manejo de los tiempos. Todo eso ya no se hace ni se les enseña a los luchadores que vienen empezando”, comenta el “Trovador Solitario” encargado del nicho de los inmortales.

Al estilo de la lucha contemporánea se les suman otros en los que esta frontera también ha tenido experiencia y conoce de primera mano como la lucha extrema con sus silletazos, su sangre, las mesas rotas y sus escaleras; las últimas son más armas que elementos para escalar.

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Pese a que el espectáculo de los encordados sigue siendo una constante en estas tierras, la gran mayoría de las funciones presentadas corren por parte de la Triple A. La empresa que fundara don Antonio Peña suele asociarse con promotoras juarenses, no obstante, las compañías de lucha locales de los años 60 y 80 parecen haber desaparecido del mapa.

“Nosotros no somos leyendas, somos íconos. Las leyendas nada más se escriben en los libros. Fuimos íconos de la lucha libre mexicana y juarense”

Trovador Solitario, presidente del Salón de la Fama

Venden y se van

A ojos de quienes pasaron por las lonas antes que las nuevas juventudes, la falta de empresas que impulsen al luchador también es otro de los problemas que afronta el pancracio de este lado de la frontera, luego de que la gran mayoría de estas hicieran la transición y cambiaran las tres cuerdas por las cuatro del boxeo profesional.

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“El problema es que tampoco existe ninguna empresa constituida. Las empresas que vienen de nivel nacional llegan, cobran, hacen su función y se van. Ponen a su talento y está bien por que a la gente le gusta, pero no hay ninguna promotora local que se dedique a mostrar el talento que tiene Juárez ni a proyectarlos, no hay quien los forme ni los presente como personajes, por que a fin de cuentas uno se forma a como la empresa lo haga”, dice el luchador.

Por si faltara más, antes de que llegará el nuevo milenio esos rudos y esos técnicos empezaron a perder la tapa y a enseñar el rostro como lo trajeron al mundo.

Rocky Star perdió la cubierta a manos de Cinta de Oro a finales de 1987, años más tarde el propio Cinta de Oro pasaría a tener su momento no de leyenda, sino de mortal cuando Fishman le ganó la máscara. Flama Roja sufriría el mismo destino ante el Villano III en Amarillo, Texas, no sin antes arrebatarle la máscara a José Luis Rucobo “El Legionario”, zacatecano que enamoró a Juárez.

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‘Somos íconos’

Como última reflexión, el hombre de la máscara negra con dorado deja claro que todos aquellos quienes se subieron a la tarima durante las épocas doradas del pancracio juarense no son leyendas, sino íconos del ring.

“Yo siempre he dicho eso, nosotros no somos leyendas, somos íconos. Las leyendas nada más se escriben en los libros. Fuimos íconos de la lucha libre mexicana y juarense”, remata el “Trovador”.