El estado de Jalisco, mundialmente conocido por muchos de sus íconos culturales que ahora forman parte de la identidad nacional de México, como el mariachi, la charrería, el tequila, la gastronomía y un sinfín de aportaciones a la ciencia y el arte, goza también de una riqueza cultural e histórica que habla de un pasado lejano, pero que configuró por muchos años la idiosincrasia de la sociedad en México: las haciendas.

Y es que este estado, al igual que otros del centro del país, fue de los más prolíficos para este sistema al contar con una geografía muy particular, ya que goza de una gran diversidad climática que le da una fertilidad inconmensurable. Con frondosos bosques en sus sierras, ríos que discurren de las cañadas para bañar con sus aguas los valles; las haciendas hallaron ahí rápidamente un nicho de gran desarrollo, cuenta el cronista de la región sur de Jalisco Fernando G. Castolo.

La altitud también jugó otro papel importante, la diferencia entre las sierras y los llanos dio la oportunidad al sistema hacendario la posibilidad de desarrollar muchas actividades, desde la siembra de caña de azúcar en las partes bajas, húmedas y cálidas de las costas, hasta la explotación de madera y la resina de los pinos y encinos en las partes altas.

Por eso y mucho más, las haciendas de Jalisco pueden ser la oportunidad perfecta para conocer no solo la historia y adentrarse en ella, sino, por qué no, aventurarse a los pequeños pueblos que aún guardan la esencia del México auténtico.

Aquí te compartimos algunas de las más importantes en la región sur de Jalisco y que todavía puedes visitar, recorrer, viajar al pasado e imaginar, sentirte como en una película mexicana del Cine de Oro.

Tierra: bendición y maldición

Tan populares en la imaginación colectiva de los mexicanos, gracias en gran parte a cine nacional, las haciendas no surgieron en la época del Porfiriato, aunque sí fue aquí donde tuvieron su mayor auge.

En realidad, fueron Instauradas en lo que entonces fue la Nueva España entre los siglos XVI y XVII, se trató de un sistema de organización social y económico que usaron los españoles en el Nuevo Mundo como base de la nueva colonización de los bastos territorios conquistados, según cuenta Castolo.

Otorgadas a través de encomiendas, estas propiedades gigantescas estaban gobernadas por un hacendado, una especie de señor feudal, que se encargaba de la producción y gobernanza del territorio que le era encomendado. En esa extensión de tierra no solo se incluían los recursos naturales, sino también la fuerza humana indígena que laboraba bajo trabajos forzados.

Más tarde, ya en el siglo XIX, Porfirio Díaz usaría ese sistema para la producción ganadera y agrícola, periodo en el que florecieron las haciendas azucareras, pulqueras, algodonera, fruteras y henequeneras. Aunque los trabajadores recibían un “pago” por los servicios en las llamadas Tiendas de Raya, el salario era tan bajo, que en la práctica replicaba el sistema explotador de los españoles.

Ahora, tras el paso de los años y las desavenencias de la historia, algunas de estas grandes casas que en su tiempo fueron una exhibición soberbia del lujo y mezquindad, se yerguen aún con dificultad al paso del tiempo.

Santa Cruz, bonanza de los cañaverales

Fundada en 1622 como la Hacienda de Santa Cruz del Cortijo, de este recinto solo se mantiene la antigua casona de 22 habitaciones y dos plantas que construyó la última familia dueña de esta construcción (1880-1900), los Lancaster - Jones y Verea, muy vinculados e incluso mencionados por Monsiváis como miembros distinguidos del Porfiriato en la Ciudad de México.

Su principal actividad fue la siembra de caña de azúcar y que incluso, en los años de mayor gloria, se distinguió por su moderno trapiche de origen escocés que la llevó a ser uno de los ingenios azucareros más importantes del país.

El pueblo actual, llamado Santa Cruz o también conocido como Vista Hermosa, aún se dedica a esta vieja actividad gracias a las aguas que bajan de la Sierra del Tigre y que discurren por el río que lleva por nombre Tamazula. La fundación misma de esta población se dio gracias a la bonanza que trajo la siembra de caña.

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Frente de la casona de la Hacienda de Santa Cruz del Cortijo | Jorge Sánchez

La antigua hacienda y casona es una de las mejor conservadas en el estado, se ubica justo en el centro de la pequeña comunidad y, aunque es propiedad privada de la familia Lancaster, los encargados del sitio en ocasiones permiten explorar por dentro el edificio de arquería española, gigantes y húmedas paredes blancas pintadas con cal y selladas de silencio, patio central con caras demoniacas como fuente y enormes ventanales desde donde es posible apreciar los campos de caña y el sol descansando apaciblemente sobre las montañas.

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Patio central de la casona de la Hacienda de Santa Cruz del Cortijo, ahora propiedad de la familia Lancaster | Jorge Sánchez
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Detalles 'demoniescos' de las fuentes que están alrededor del patio central de la casona | Jorge Sánchez

La hacienda, como solían tener muchas en aquella época, aún cuenta con su propia iglesia al interior, aunque esta parte del edificio quedó en ruinas y ahora solo la visitan los murciélagos que pasan el día descansando de su jornada nocturna.

El sitio también tiene los antiguos muebles de madera y los gigantescos roperos del duro mezquite. La cocina aún cuenta con sus viejos gabinetes de mental, las salas con sus candiles forjados en hierro y las sobrias habitaciones de la servidumbre con sus decenas de camas alineadas. Una verdadera cápsula del tiempo.

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El interior del edificio, gracias a los trabajos de conservación de la familia, aún conserva algunos de los antiguos muebles y detalles decorativos | Jorge Sánchez
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Habitaciones del personal de servicio | Jorge Sánchez

En el pueblo también puedes disfrutar de otras actividades, como nadar, pasear en bote o pescar en la presa de Vista Hermosa, o visitar la antigua planta de generación de energía eléctrica que data también de la época del Porfiriato.

Para poder apreciar de este sitio hay que dirigirse a la comunidad de Santa Cruz del Cortijo, al sur del estado de Jalisco y perteneciente al municipio de Tamazula, a unas dos horas de Guadalajara.

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Jorge Sánchez

Huescalapa, el paso de los bandidos

De temporalidad de construcción aún no bien definida, de entre el siglo XVIII y XIX, la hacienda de Huescalapa tomó el nombre del origen del primer dueño que tuvo esta propiedad, de Huesca, España, por el gran parecido que tenía esta región, cuenta el cronista Fernando Castolo.

Y es que lo que ahora es terreno árido, en aquellas épocas estuvo cubierto por un denso bosque de pinos que unía las montañas de la Sierra del Tigre con el Nevado de Colima. De entre esta propiedad de 10 mil hectáreas, pasaba el Camino Real de Colima, una vieja carretera que conectaba hacia la ciudad de Guadalajara y por donde se transportaban mercancías valiosas, provenientes de Manila, Filipinas, de aquí que fuera objeto de muchos asaltos por parte de bandoleros, quienes, al robar, se escondían en la densa vegetación de pinos y encinos.

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Vista de la antigua hacienda de Huescapala en la década de los 60, al fondo de puede observar el torreón con su viejo reloj | Cortesía de Archivo Municipal de Zapotlán el Grande

La Hacienda de Huescalapa obtiene su título como tal en 1848, ya en el México independiente y con nuevos dueños, también de origen español.

La finca alberga en la actualidad a una escuela primaria, por lo que la vieja construcción se ha mantenido en pie, aunque no ha conservado los artículos de ataño. Lo que más llama la atención de este sitio es su torreón hecho de ladrillo y sobre el que hay un reloj, aún funcional.

El viejo complejo conserva algunos detalles todavía en los alrededores del pueblo homónimo, como los vestigios del antiguo acueducto, la pileta de piedra para el ganado o las columnas de piedra de forma fálica que se usaban para amarrar a los caballos afuera de las pulquerías.

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Antiguo acueducto de la hacienda | Cortesía Archivo Municipal de Zapotlán el Grande
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Vestigios del antiguo acueducto español | Cortesía Eléctrica INCI

El lugar también es perfecto para hacer turismo de aventura, ya que cerca del pueblo está un antiguo cerro de donde se extrae cal y en el que es común hallarse con vestigios fosilizados de fauna marina.

El pueblo también tiene una gran devoción por el Santo Niño de Atocha, por lo que, si te interesan las fiestas, son a finales de diciembre y principios de enero. Para visitar este sitio hay que conducir hacia el municipio de Zapotiltic, en Jalisco, al sur del estado.

Cofradía del Rosario, haciendas y fantasmas

Otro punto imperdible en esta ruta de haciendas es la conocida como Cofradía del Rosario, una pequeña ranchería de apenas decenas de habitantes ubicada en el municipio de Gómez Farías y muy cerca de la Laguna de Zapotlán, desde donde a través de un acueducto transportaban el agua.

Fundada en el siglo XVI como una estancia, similar a las antiguas ventas españolas de Andalucía que tanto hablaba Cervantes en “El Quijote”, por el conquistador español Francisco de Sayavedra, no fue hacienda hasta el siglo XVIII, cuyo dueño fue Juan de Dios Ornelas y tras varios años pasó finalmente a manos de Rafael Mendoza Ochoa, una de las familias más acaudaladas del sur de Jalisco.

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Ruinas de la antigua Hacienda de Cofradía del Rosario | Jorge Sánchez

Este lugar destaca no tanto por sus construcciones, de las que solo sobrevive su iglesia hecha de ladrillos rojos, sino por la historia y leyendas que la rodea.

Fue en este sitio donde supuestamente un arriero en 1747 dejó dos cajas de madera atadas a un burro, en donde se descubrió milagrosamente la imagen de José y María, patronos de Zapotlán el Grande y cuyas figuras de madera son motivo de devoción en ese lugar.

Además, ¿qué es de una hacienda si no hay una historia de fantasmas? El sitio también ha sido visitado por los amantes de lo sobrenatural, quienes han grabado sus programas durante la noche y según cuentan los residentes, es posible ver o escuchar las almas en pena que quedaron atrapadas en los muros de estas ruinas.

A diferencia de las otras, esta hacienda lamentablemente quedó derruida después del fuerte sismo de 1985 y hasta ahora el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no ha hecho nada por recuperarla, por lo que, aunque sí es posible entrar, solo hallarás muchos escombros y algunas columnas aún de pie.

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Iglesia de la Hacienda de Cofradía del Rosario, el edificio mejor conservado de todo el complejo | Jorge Sánchez

No obstante, ir a la hacienda de Cofradía también puede ser un buen pretexto para visitar el municipio de Gómez Farías, que es la puerta de la Sierra del Tigre y donde se pueden hacer actividades al aire libre en sus cientos de hectáreas de bosques de pino.

Una experiencia distinta

Sin duda al visitar el estado de Jalisco convendría tomar alguno de estos destinos, que la experiencia en este estado no se limite a Guadalajara o Puerto Vallarta, ni a solo el tequila y el mariachi, sino también conocer ese otro aspecto más profundo de la gente que vive en las pequeñas comunidades.

Con sus más de 34.3 millones de visitantes durante 2023, según estimaciones de la Secretaría de Turismo, el estado del centro occidente de México tiene mucho más qué ofrecer y esta es otra manera de disfrutar sus atractivos.