Los tonos amarillos y naranjas en el ambiente están por llegar a la ciudad, una de las temporadas más gustadas por las personas y que permiten el desarrollo de escenas llenas de nostalgia, pero a la vez reconfortantes.
Entre el 22 y 23 de septiembre comienza el otoño, la tercera estación del año que trae días templados durante la tarde, mientras que el amanecer y anochecer es fresco o frío. Las hojas de los árboles comienzan a caer y comienzan festividades relacionadas con la cosecha y de acción de gracias en distintos países.
La llegada del equinoccio de otoño ocasiona que la duración del día sea, en teoría, la misma que la de la noche. Desde esta fecha los días siguen acortándose poco a poco hasta finales de diciembre cuando entra el invierno. En el hemisferio norte se conoce como equinoccio de septiembre, mientras que, al sur del ecuador, el otoño llega con el equinoccio de marzo.
Pero, ¿qué ocasiona estos cambios? La investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM, Julieta Fierro Gossman, explica que los planetas dan vueltas alrededor del Sol, pero resulta que los equinoccios se producen por los ejes de rotación de los planetas que están inclinados.
No todos los planetas son iguales. Por ejemplo, el eje de rotación de Mercurio y Júpiter no está inclinado. Por eso, en Júpiter los días y las noches son iguales. Mientras que la Tierra y Marte que tienen una órbita inclinada de 23 grados su clima es distinto. Cuando el hemisferio norte de la Tierra se inclina hacia el Sol, tiene más luz del ecuador hacia arriba, pero cuando se encuentra a la inversa sucede lo contrario.
En el caso de México, la cultura maya conocía muy bien el movimiento de la Tierra alrededor del Sol y los fenómenos que provocaba. Estas características quedaron plasmadas en sus códices y han trascendido hasta nuestros días para entender mejor las condiciones en que se desarrolla los cambios de estación.
Además, en la pirámide de Chichén Itzá, en la misma fecha el Sol ilumina la escalera y pareciera que desciende una serpiente. Este fenómeno se produce dos veces al año, tanto en el otoño como en la primavera, los dos días del año cuando hay igual número de días de luz y de oscuridad.