Maryse Condé, una aclamada novelista francófona de Guadalupe, que en novelas, cuentos, obras de teatro y memorias imaginó y redefinió el pasado personal e histórico desde la Nueva Inglaterra del siglo XVII hasta la Europa contemporánea, murió a los 90 años.
Condé, ganadora en 2018 de un Premio Nobel “alternativo”, falleció el lunes por la noche en un hospital de Apt, en las afueras de Marsella. Su editor de toda la vida, Laurant Laffont, dijo a The Associated Press que había sufrido de una enfermedad neurológica que afectó su visión hasta el punto de tener que dictar su última novela, “L’Évangile du nouveau monde” (“El Evangelio según el Nuevo Mundo”). Pero aun así disfrutó de la celebración de su cumpleaños 90, en febrero, acompañada por familiares y amigos.
“Estaba sonriendo, estaba alegre”, dijo Laffont, quien por lo demás la recordaba como una mujer de una intensidad y generosidad poco comunes. “Fue una despedida maravillosa, una despedida realmente grandiosa”.
Condé, quien vivió en Luberon, Francia, en los últimos años, era menudo llamada la “gran dama” de la literatura antillana. Influida por Frantz Fanon, Aimé Césaire y otros críticos del colonialismo, fue una viajera del mundo que sondeó los conflictos entre y dentro de la cultura occidental, la cultura africana y la cultura caribeña, y las tensiones entre el deseo de liberación y lo que la autora llamaría “la trampa del terrorismo y la radicalización simplista”.
Con su esposo, Richard Philcox, quien a menudo la traducía al inglés, Condé escribió decenas de libros, que van desde exploraciones históricas como “Ségou: les murailles de terre” (“Ségou: Las murallas de tierra”), su novela más conocida, hasta sus cuentos autobiográficos de “Le coeur a rire et a pleurer: Contes vrais de mon enfance” (“Corazón que ríe, corazón que llora- Cuentos verdaderos de mi infancia”) y nuevas versiones de la literatura occidental. Reelaboró “Cumbres borrascosas” en “La migration des cœurs” (“Barlovento”) y emparejó a una esclava antillana con Hester Prynne de “La letra escarlata” en “Moi, Tituba, Sorcière… Noire de Salem » (« Yo, Tituba, la bruja negra de Salem”).
“Un historiador es alguien que estudia los hechos, los hechos históricos, alguien que está ligado a lo que realmente sucede”, explicó en una entrevista incluida en la última sección de “Moi, Tituba”, publicada en 1992. “Solo soy una soñadora, mis sueños descansan sobre una base histórica. Siendo una persona negra, teniendo un cierto pasado, teniendo una cierta historia detrás de mí, quiero explorar ese reino y, por supuesto, hacerlo con imaginación e intuición. Pero no estoy involucrada en ningún tipo de investigación académica”.
Madre de cuatro hijos (con su primer marido Mamadou Condé), tenía casi 40 años cuando publicó su primera novela y casi 50 cuando “Segu” la colocó en el panorama internacional. “Segu”, publicada en francés en 1984, estaba ambientada en un reino africano del siglo XVIII y seguía el destino de un consejero real y su familia mientras su comunidad se ve afectada por el auge del islam y la expansión de la industria del comercio de esclavos.
“En el pasado, todo lo que un hombre necesitaba era un poco de fuerza de voluntad para mantener en orden a sus esposas, hijos y hermanos menores”, observa un miembro de la familia. “La vida era una línea recta trazada desde el vientre de una mujer hasta el vientre de la tierra... Pero ahora la amenaza de nuevas ideas y valores acechaba por todas partes”.
Continuó la historia en “Ségou: La terre en miettes” ("Ségou: La tierra desmoronada”), pero rechazó volúmenes adicionales, explicando a un entrevistador que su espíritu “había viajado a otro mundo”. A lo largo de las décadas siguientes, sus escenarios de ficción incluyeron Salem, Massachusetts (“Moi, Tituba”), Jamaica (“Nanna-Ya”) y París y Guadalupe para “Le fabuleux et triste destin d’Ivan et d’Ivana” (“La maravillosa y trágica vida de Iván e Ivana”).
Condé recibió numerosos premios durante la segunda mitad de su vida, entre ellos el Commandeur de l’Ordre des Arts et des Lettres del gobierno francés, el Premio Hurston & Wright Legacy de Estados Unidos, y el Nuevo Premio de la Academia de Literatura, un honor informal presentado en 2018 en lugar del Nobel, que se entregó durante el año en medio de acusaciones de acoso sexual por parte de miembros del comité del Nobel.
“Ella describe los estragos del colonialismo y el caos poscolonial en un lenguaje que es a la vez preciso y abrumador”, dijo la jueza de la Nueva Academia Ann Pålsson en ese momento. “Los muertos viven en sus historias muy cerca de los vivos en un... un mundo en el que el género, la raza y la clase se transforman constantemente en nuevas constelaciones”.
A mediados de la década de 1990, Condé se unió a la facultad de la Universidad de Columbia como profesora de literatura francesa y francófona. También enseñó en la Universidad de Virginia y la Universidad de California Los Angeles, entre otras escuelas, antes de retirarse en 2005, casi al mismo tiempo que el presidente francés Jacques Chirac la nombró directora del Comité Francés para la Memoria de la Esclavitud.
Conde se casó dos veces, la más reciente con Philcox, un académico británico a quien conoció a finales de la década de 1960 en Senegal.
Nacida como Maryse Boucolon en Pointe-à-Pitre, Guadalupe, fue una de seis hijos (otros dos murieron) criados en una familia relativamente próspera y educada, donde se favorecía el francés sobre el criollo y la poesía de Víctor Hugo sobre el folclore local. Condé fue escritora desde muy joven, creando una obra de teatro de un acto a los 10 años sobre su madre, reportaba para periódicos locales en la escuela secundaria y publicaba reseñas de libros para una revista estudiantil en la universidad, la Sorbonne Nouvelle en París.
Admitió que estaba aislada cuando era joven, y recordaría cómo su familia “se enorgullecía de ser perfecta en público”. Pero en su adolescencia, se politizó después de leer “La Rue Cases-Nègres” (“La Calle de las Cabañas Negras”), una novela de 1950 de Joseph Zobel sobre el paso a la edad adulta de un chico que lucha contra la opresión blanca en la Martinica colonial, una forma de vida de la que Condé sabía poco.
“Hoy estoy convencida de que lo que más tarde llamé de manera un tanto pretenciosa ‘mi compromiso político’ nació en ese mismo momento”, escribió en “Le coeur a rire et a pleurer”, publicado en 1998. “La lectura de José Zobel, más que cualquier discurso teórico, me abrió los ojos. Comprendí que el medio al que pertenecía no tenía absolutamente nada que ofrecer y empecé a odiarlo. Me había blanqueado y encalado, una mala imitación de los niños franceses con los que me juntaba”.
Al igual que muchos jóvenes idealistas en la década de 1960, se mudó a África, pasando gran parte de la década siguiente en Ghana, Guinea y otros países recién independizados. Descubriría, como muchos de sus contemporáneos, que los líderes africanos podían ser tan opresivos como los líderes coloniales, experiencias en las que se basó para su primera novela, “Hérémakhonon”, publicada en 1976.
“Cuando estuve en Guinea, había unos grandes almacenes con ese nombre (Hérémakhonon)”, dijo Condé a la profesora de la Universidad de Howard, Françoise Pfaff, durante una entrevista que aparece en “Conversaciones con Maryse Condé” de Pfaff, publicada en 1996. “En teoría, esta tienda ofrecía todo lo que la gente necesitaba, pero no tenía nada más que juguetes chinos de mala calidad. Para mí era un símbolo de independencia”.
Ya fuera en Guadalupe, París, África o Estados Unidos, a menudo se sentía apartada de la población en general; a la autora le gustaba decir que no escribía en francés ni en criollo, sino en su propio idioma, “Maryse Condé”. Se basó tanto en la historia oral como en la historia escrita, navegando entre los mundos perdidos y moribundos que representaba la tradición oral y el nuevo mundo de los medios de comunicación de masas y lo que ella llamó el “estilo de vida totalmente moderno”.
En 2023, publicó “L’Évangile du nouveau monde”, que tuvo que dictar a su esposo debido a su trastorno neurológico. El libro era una parábola contemporánea sobre un niño de piel oscura en Martinica con ojos gris-verdosos que puede o no ser el hijo de Dios. Condé incluyó una nota de la autora en la que calificó el libro como un “breve testimonio” de la fe y la fuerza interior necesarias para “cambiar el mundo, aunque nunca lo logremos”.
“Amar a los demás me parece que es la forma, tal vez la única, de tener un impacto”, escribió.