En las profundidades de la Amazonía, Brasil construye una estructura que parece de fuera de este mundo: un complejo de torres dispuestas en seis círculos que esparcirán dióxido de carbono nebulizado en la selva tropical. Pero la razón es completamente terrenal: entender la reacción de la selva tropical más grande del mundo al cambio climático.

El proyecto, llamado AmazonFACE, pondrá a prueba la notable capacidad del bosque para absorber el dióxido de carbono, un componente crucial en el rompecabezas del cambio climático. Esto ayudará a los científicos a comprender si la región tiene un punto crítico que, de alcanzarse, pudiera pasar un estado de declinación irreversible. Ese temido evento, también conocido como muerte de la selva tropical de la Amazonía, podría transformar el bosque de mayor biodiversidad del mundo en un paisaje más árido, como el de una sabana.

FACE es el acrónimo en inglés de Free Air CO2 Enrichment (Enriquecimiento de dióxido de carbono en atmósfera libre). Esta tecnología desarrollada en primera instancia por el Laboratorio Nacional Brookhaven —situado cerca de la ciudad de Nueva York— tiene la capacidad de modificar el ambiente alrededor de las plantas de tal manera que replica los futuros niveles de concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera.

“Las plantas absorben el dióxido de carbono junto con agua y luz para producir azúcares y liberar oxígeno. ¿Qué sucede cuando se incrementa ese nivel? No lo sabemos”, dijo David Lapola, uno de los principales científicos del proyecto, a The Associated Press. “Tenemos pruebas de experimentos similares en bosques templados, pero no hay garantía de que la Amazonía reaccione igual".

Lapola, profesor de la Universidad Estatal de Campinas, argumenta que el punto crítico en la selva tropical de la Amazonía podría estar más vinculado al cambio climático que al ritmo de deforestación. Así pues, es crucial estudiar las consecuencias de concentraciones más altas de dióxido de carbono en la selva para entender lo que sucederá en el futuro.

Esta perspectiva desafía el muy citado estudio de Carlos Nobre, un científico de sistemas terrestres. Según Nobre, si la deforestación alcanza un umbral crítico de 20 a 25% en la Amazonía, se alterará el equilibrio del sistema de lluvias en la región con la posterior transformación de la exuberante selva tropical en sabana.

“Incluso si paráramos hoy la deforestación en la cuenca amazónica, la selva continuaría estando en peligro de experimentar las consecuencias del punto crítico debido al cambio climático”, dijo Lapola. “Si bien frenar la deforestación sigue siendo nuestra principal responsabilidad, combatir el cambio climático causado por factores atmosféricos es una situación que Brasil y otros países amazónicos no pueden abordar solos”.

La construcción de los dos círculos iniciales está en marcha y se prevé que entren en funcionamiento a principios de agosto. Cada círculo consistirá de 16 torres de aluminio que alcanzarán una altura de un edificio de 12 niveles. El dióxido de carbono será suministrado por tres compañías para evitar que falte.

El proyecto, situado a 70 kilómetros (44 millas) al norte de Manaos, es encabezado por el Instituto Nacional para la Investigación Amazónica, una institución federal, con aportación financiera del gobierno británico, que ha prometido 9 millones de dólares. Funcionará a cabalidad a mediados de 2024.

Luciana Gatti, experta en química atmosférica, elogió la iniciativa y señaló que será muy beneficioso replicar el proyecto en todos los cuadrantes de la Amazonía, ya que la capacidad de absorción carbónica varía considerablemente en la región, que tiene dos veces el tamaño de India.

Gatti, que no participa directamente en el AmazonFACE, es coautora de un emblemático estudio publicado en la revista Nature, el cual reveló que el este de la Amazonía ha dejado de funcionar como sumidero o absorbedor de carbono para la Tierra y ha pasado a ser una fuente de carbono.