Colaboración: Verónica Palafox
¿Cómo llega una niña que peinaba a sus muñecas hasta dejarlas calvas, a moldear el cabello de reinas de belleza? Les invito a conocer el camino que recorrió Erika Ávila, para ser parte del equipo de peinadoras del reciente concurso de Miss Universo México.
Erika nació en Jiménez, Chihuahua, pero vivió ahí solamente tres años: “No tengo ningún recuerdo de esa parte de mi infancia, cuando mis padres se divorciaron, mi mamá se mudó con nosotros a Ciudad Juárez, de ahí en adelante sí tengo memoria, me la pasaba peinando a mis muñecas ¡hasta dejarlas pelonas! Les hacía peinados, les ponía productos y lavaba su cabello muy frecuentemente ¡cómo no iban a quedar sin pelo!”.
“Viviendo en Juárez, mi mamá trabajaba como maquillista y al terminar de comer, tomaba una siesta. Al acostarse, me pedía ¿me peinas? Decía que yo tenía la mano ‘muy liviana’ y que sentía como si le estuviera dando un masaje, yo tendría unos cuatro años, si acaso”.
“Más delante, en la televisión veía un programa de espectáculos, donde aparecía un personaje llamado ‘Tere, la secretaria’, me asombraba al ver su peinado, ¡todo ese volumen! y me daba mucha curiosidad como podía lograrlo, quería descifrar cómo se realizaban esos peinados y mientras me bañaba, los elaboraba con la espuma del shampoo, ¡pasaba horas en la regadera!”.
“Desde los 13, ayudé a mi mamá a peinar y ponerle uñas a sus clientas, fui aprendiendo sobre la marcha, viéndola a ella y con videos de YouTube. A los 14 conseguí trabajo de media semana en un salón, a partir de ahí tomé cursos formales de peinado, porque era lo que más me gustaba”.
“Aunque tengo una hermana más grande, siempre tuve el rol de la mayor en casa, era muy regañona y por ese carácter, tomé el papel de padre y madre, me exigían más en la escuela y siempre buscaba no generarle problemas a mi mamá”.
Un camino largo
“Cuando, por motivos de salud, mi mamá se tuvo que retirar, tomé otro empleo de medio tiempo, como dependiente en tienda, así que tenía doble trabajo, de nueve a una, estaba en la tienda y de dos a siete en el salón, pero me fue tan bien con los peinados, que me dediqué de tiempo completo a eso. Había veces que hacía 30 peinados por semana, pero como ganaba por comisión, el ingreso no me era suficiente. Cuando cumplí 21 años, me nombraron encargada de la estética y así ya podía ayudar económicamente a mi mamá, pagando algunos recibos de servicios”.
Aunque las cosas estaban bien e incluso pudo comprarse su primer automóvil, Erika decidió ingresar a la universidad, para estudiar, dentro del área de salud, Gerontología, con la expectativa de incrementar sus ingresos, atendiendo a personas de la tercera edad.
“Me gustaba mucho ser cuidadora, en la Secretaría de Salud, duré un año, pero el dinero que ganaba era poco. En ese entonces me había ido a vivir sola, así que tenía más responsabilidades, por eso también estudié cómo colocar extensiones de cabello, poner pestañas, maquillaje y más especialización en peinado”.
“En un momento, la persona con la que trabajaba por las tardes, me traspasó su local, era mucho gasto y lo cerré para trabajar desde casa. Me ayudaba mucho que tenía clientas con ‘convenio’, a quienes peinaba diariamente y las maquillaba y ponía pestañas ocasionalmente, eran clientes fijas. Comenzó a irme muy bien y ya no era práctico trabajar en casa, así que me asocié con una maquillista y rentamos un local, pero… ¡Llegó la pandemia! Durante ese tiempo sobreviví de poner pestañas, que no dejaron de usarse, pero como se ponían cada 15 días, el dinero no era suficiente para mantener un local y volví a casa, con todas las medidas de seguridad. Aproveché ese tiempo para tomar muchas clases en línea y cuando se pudo, presenciales, incluso cursé un taller personalizado con el mejor peinador del país, Javier Villar, peinador de celebridades”.
“Me casé terminando la pandemia; mi esposo siempre me anima diciéndome: ‘piensa en grande’ y decidí rentar un local en Plaza de las Américas. ¡Ah! También estudié barbería, porque mi esposo se dejó crecer el cabello y quería que le hiciera trenzas con buen acabado y pues ahora es un servicio que también ofrezco”.
Toda esta serie de cursos, talleres y capacitaciones, estaban preparando a Erika para ser, no solo una mejor profesionista, sino para formar parte del equipo de peinadoras del concurso de belleza con más renombre en el país, Miss Universo México.
Pensar en grande
“En 2023, una marca me invita a participar en una competencia de peinados tipo reality show, el primer filtro era en redes sociales, ahí participamos 500 personas, entre ellas, nos seleccionaron a 22; el segundo filtro fue recrear el peinado que nos enviaron en una fotografía, esa etapa la pasamos solo 12, que teníamos que ir a la Ciudad de México y trabajar en vivo, con cámaras y micrófonos, en un peinado que nos dieron al azar ¡y me tocó uno que no me gustaba! Aun así, lo hice y lo hice bien, en esa fase eliminaron a otras 6 y a las finalistas nos pusieron a realizar un segundo peinado. Estaba compitiendo con gente que yo conocía y admiraba por su trabajo, profesionales a nivel nacional, al estar trabajando en esa parte, recordé mucho a mi mamá y me ganó el sentimiento, la presión y los nervios me traicionaron y no pude seguir trabajando, me descalificaron”.
“Una chica que vio el concurso, empezó a seguirme en Instagram, un día me envió un mensaje: había visto mi trabajo en el concurso ¡y quería invitarme a ser parte del equipo de trabajo de Miss Universo México!”.
Erika lo dudó un poco, pero pocos días después estaba dando el sí a la oferta y preparando las maletas para emprender el viaje de once días a Cancún, sede del concurso este 2024.
“El equipo que se conformó para atender a las 33 participantes del concurso, estuvo conformado por 15 maquilladores y ocho peinadores, muchos de ellos reconocidos profesionales. En las diferentes sesiones, como eran más maquillistas que peinadores, debíamos coordinarnos y apoyarnos unos a otros para que todas las chicas estuvieran listas y lucieran lo más hermosas posible. Fueron jornadas intensas, pero el cansancio no se sentía con tanta adrenalina. Yo no hago peinados exagerados me gustan los peinados sutiles con ondas y con volumen y ese fue el estilo que apliqué, las concursantes quedaron muy contentas con mi trabajo y yo con la experiencia ¡Fue increíble! En esta oportunidad, más que promocionar mi trabajo, crecí como persona, aprendí a dar lo mejor, todos me asesoraban y me brindaron su confianza, darme cuenta de que sí soy buena en lo que hago, me dio mucha satisfacción, hice equipo con los grandes, todos ellos muy sencillos en su trato. Regresé muy contenta”.
“¿Mi futuro? Me veo dando cursos fuera de Ciudad Juárez, quizá iniciar en Chihuahua. Es importante que todas las mujeres comprendamos que estar bien peinadas nos eleva la autoestima, nos sentimos bonitas, empoderadas, en mucho, el cabello es el reflejo de salud, nuestra identidad y personalidad”.
Y solo agregaría que, si ponemos de nuestra parte, los juegos de la infancia pueden convertirse en una realidad que nos llene de satisfacciones, solo se trata de aprovechar las oportunidades que se nos presenten y estar lo mejor preparadas para cuando lleguen.