La cebolla es un ingrediente fundamental en la gastronomía mundial. Existen diferentes variedades, cada una con características particulares que las hacen ideales para distintos tipos de platillos. Entre las más comunes se encuentran la cebolla morada, la amarilla y la blanca. ¿Para qué sirve cada una y cómo aprovechar sus propiedades al máximo?

Cebolla morada: el toque fresco y colorido

La cebolla morada es conocida por su intenso color y su sabor ligeramente dulce y menos picante en comparación con otras variedades. Es ideal para consumir en crudo, ya que su textura es crujiente y su sabor se mantiene fresco. Se utiliza comúnmente en ensaladas, ceviches, salsas y guarniciones.

Además, es una excelente opción para agregar un toque de color y un ligero dulzor a tacos, hamburguesas y aderezos.

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Cebolla amarilla: la base del sabor

Considerada la cebolla más versátil, la amarilla tiene un sabor equilibrado entre dulce y picante, lo que la convierte en la elección perfecta para cocinar. Su alto contenido de azúcares naturales permite que caramelice al cocinarse, aportando un sabor profundo a sopas, guisos, salsas y estofados.

También es la cebolla preferida para la preparación de la famosa sopa de cebolla francesa.

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Cebolla blanca: suavidad y versatilidad

De sabor más suave y menos dulce que la amarilla, la cebolla blanca es muy utilizada en la cocina mexicana. Su textura tierna y su menor pungencia la hacen ideal para platillos como guacamole, salsas frescas, tacos y cebiches. También se emplea en guisos y sofritos, especialmente cuando se busca un sabor menos dominante.

Cada tipo de cebolla aporta un perfil único a la cocina, por lo que elegir la variedad correcta puede marcar la diferencia en el resultado final de un platillo. Conocer sus usos y características permite potenciar el sabor y la presentación de las comidas de manera óptima.