Illinois.- En una mesa de la oficina de los Demócratas del Municipio de Waukegan hay una caja de postales con direcciones de Wisconsin que se recogieron durante una fiesta organizada para escribir postales y ayudar a conseguir votantes. Apoyados contra la mesa hay carteles caseros de Harris-Walz.
“Sabemos que los reparten por todo Wisconsin”, observó Matt Muchowski, presidente del club demócrata. “Aquí en Waukegan ha sido más difícil conseguir carteles de Harris, así que estamos imprimiendo los nuestros”.
Una razón por la que han escaseado: Waukegan está en Illinois, que no es un estado ya decidido para la contienda presidencial. Simplemente está al otro lado de la frontera.
Para Muchowski, este hecho es emblemático de la escasa atención que las ciudades situadas fuera de los estados indecisos reciben de las campañas presidenciales. El singular sistema del Colegio Electoral de Estados Unidos, que sustituye al voto popular —es decir, la cifra absoluta de sufragios nacionales recibidos por cada candidato—, otorga una influencia enorme a un número relativamente reducido de estados que están divididos políticamente en proporciones casi iguales, y garantiza que la mayor parte del dinero de las campañas —y la atención de los candidatos presidenciales— se destine a esos estados.
La falta de atención deja a los votantes de gran parte del país con la sensación de que ellos y los temas que les preocupan han sido dejados de lado. Es una línea divisoria que se percibe con intensidad en lugares como Waukegan, uno de los suburbios más alejados de Chicago.
La última vez que un candidato presidencial pisó esta ciudad de clase trabajadora y mayoría latina fue cuando el expresidente Donald Trump aterrizó en su aeropuerto en 2020. Trump bajó del Air Force One, saludó moviendo la mano e inmediatamente se subió a una camioneta todoterreno rumbo al otro lado de la frontera: a Kenosha, Wisconsin.
“Perdidas en la conversación nacional”
En Racine, una ciudad de Wisconsin de un tamaño similar situada a sólo 80 kilómetros (50 millas) al norte de Waukegan, Trump organizó un mitin en junio cerca de un puerto con vistas al lago Michigan, donde se deshizo en elogios sobre el desarrollo a lo largo de la orilla del lago, habló de los esfuerzos para revitalizar Racine y el área metropolitana de Milwaukee, y destacó la importancia de sus votantes en su intento de regresar a la Casa Blanca.
Apenas el mes anterior, antes de abandonar la contienda, el presidente Joe Biden había elogiado un nuevo centro de Microsoft en el condado de Racine durante una escala de campaña en la ciudad. Situada a poca distancia al sur de Milwaukee, Racine se ha convertido en un lugar de paso habitual para los aspirantes presidenciales, ya que Wisconsin, uno de los siete estados más reñidos que probablemente determinen la elección presidencial de este año, sigue siendo un objetivo prioritario de las campañas de Trump y de la vicepresidenta Kamala Harris.
Ciudades como Waukegan se quedan “perdidas en la conversación nacional” que se produce en el transcurso de las elecciones presidenciales, indicó Muchowski, que ha vivido en la zona la mayor parte de su vida.
“No se trata tanto de los candidatos como del antidemocrático Colegio Electoral”, dijo. “Es frustrante que los votos de ciertos votantes cuenten más, y descarten y desacrediten los votos de los votantes más urbanos y más de la gente de color”.
Las visitas de campaña al vecino Wisconsin fueron 27
Illinois es un estado demócrata fiable: no ha votado por un candidato presidencial republicano desde George H.W. Bush en 1988. Esa previsibilidad se refleja en las campañas presidenciales cada cuatro años.
Salvo para actos de recaudación de fondos, las candidaturas presidenciales republicana y demócrata sólo han estado en Illinois dos veces este año. En una ocasión, Trump se presentó ante un grupo de periodistas de raza negra y, en otra, Harris acudió a Chicago para la convención nacional de su partido. En comparación, hasta el martes habían visitado Wisconsin 27 veces, incluyendo cuando Biden era el virtual candidato.
Este año, los estados indecisos —Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin— representan el 18% de la población del país, pero han acaparado la atención de los candidatos presidenciales demócratas y republicanos, y de sus compañeros de fórmula.
Hasta el martes de la semana pasada, habían realizado algo más de 200 escalas de campaña, tres cuartas partes de ellas en esos siete estados, según una base de datos de mítines de campaña elaborada a partir de información de The Associated Press. Pensilvania ha recibido 41 visitas, el mayor número de todos los estados.
Pero no se trata sólo de las visitas a los estados: las campañas presidenciales están adaptando sus actividades a condados específicos que consideran cruciales para su éxito. La base de datos de AP muestra que sus actos de campaña en esos siete estados se han concentrado en condados con 22,7 millones de votantes registrados, sólo el 10 por ciento de todos los votantes registrados a nivel nacional para las elecciones presidenciales de este año.
Esta semana, la cuestión se ha planteado brevemente en la campaña electoral. El martes, durante una recaudación de fondos en la casa en Sacramento del gobernador de California, Gavin Newsom, el candidato a la vicepresidencia Tim Walz afirmó que estaba a favor de la idea de un voto popular nacional. “Creo que todos sabemos que el Colegio Electoral debe desaparecer”, dijo a los donantes.
Rápidamente añadió que eliminarlo no era realista. Para ello sería necesaria una enmienda constitucional y un amplio acuerdo bipartidista en el Congreso y entre los estados.
El discurso de Walz a los donantes fue que su dinero era necesario para que la campaña pudiera hacer llegar su mensaje a los votantes en zonas específicas de Nevada, Pensilvania, Wisconsin y otros sitios en disputa. En una declaración posterior, un portavoz de Harris-Walz indicó que el gobernador de Minnesota estaba describiendo a los donantes la estrategia de la campaña para conseguir los 270 votos del Colegio Electoral necesarios para la victoria.
El Colegio Electoral, un sistema “de abandono”
Muchos residentes de Waukegan también desearían estar en el radar de los candidatos. Dicen estar orgullosos de cómo el multiculturalismo ha dado forma a su ciudad, un lugar donde casi el 60% de los residentes son latinos y más del 16% son negros, según datos del Censo de Estados Unidos de 2020.
La comunidad de clase trabajadora se construyó en gran parte sobre la base de empleos en fábricas que en su día ofrecieron a los residentes una vida cómoda de clase media. Pero después de que las empresas abandonaran la orilla del lago de la ciudad, a partir de la década de 1960, decenas de miles de puestos de trabajo desaparecieron.
Waukegan nunca se recuperó del todo.
Sus tasas de pobreza y desempleo superan con creces las medias estatal y nacional. Su distrito escolar es uno de los peor financiados del condado, tiene problemas de falta de personal y sus tasas de graduación son pésimas. Y la orilla del lago es un vago recuerdo del apogeo de la ciudad: una fábrica de amianto, otra de carbón y otra de yeso guardan silencio junto a las playas públicas. A su lado se extiende una red entrecruzada de vías de ferrocarril abandonadas.
Las industrias trajeron consigo otro problema: un legado de daños medioambientales. La ciudad, de unos 86.000 habitantes, tiene cinco vertederos federales del Superfondo: el programa de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos creado para la limpieza de sitios con desechos tóxicos. En 2019, la junta estatal de control de la contaminación dictaminó que la planta de carbón de Waukegan infringía la normativa medioambiental y contaminaba las aguas subterráneas, y fue cerrada tres años después.
El panorama de Waukegan contrasta con el puerto deportivo en el lago en Racine, donde lujosos condominios flanquean cafeterías, restaurantes y hoteles.
Thomas Maillard, miembro del Comité Central Demócrata del 10mo Distrito del Congreso de Illinois y residente de toda la vida en Lake County, afirmó que el contraste entre las dos ciudades es evidente. En Waukegan, apuntó, le preocupa la violencia armada y el acceso a empleos bien pagados, viviendas asequibles, guarderías y atención sanitaria.
“La historia de Waukegan, por desgracia, es la historia de la negligencia de este país hacia las comunidades del Cinturón de Óxido, especialmente a lo largo de los Grandes Lagos”, expresó. “La gente lo está pasando mal”.
Maillard señaló al sistema del Colegio Electoral como culpable, llamándolo “un sistema de potencial abandono”.
“Tienen que escucharnos”
Sam Cunningham, exalcalde de Waukegan, explicó que la gente se siente olvidada en la ciudad que él ha llamado hogar desde que acudía a la escuela primaria. Está claro, dijo, que la agenda nacional da prioridad a unos estados sobre otros.
“Probablemente piensen: ’¿Por qué tenemos que invertir dinero aquí cuando lo necesitamos en estos estados tan disputados?”, planteó. “Entiendo la lógica, pero entiendan cómo nos sentimos. ¿Nos sentimos menospreciados? Por supuesto que sí”.
Margaret Padilla Carrasco, que ha vivido toda su vida en la zona de Waukegan, viajó a Milwaukee en agosto para escuchar a Harris. Si Harris visitara Waukegan, Carrasco dijo que la llevaría a las casas deterioradas de la zona sur de la ciudad, a los asilos donde los ancianos pasan apuros para pagar sus facturas y a un refugio para personas sin hogar cerca de su casa.
Su mensaje a Harris, aseguró, es que no cuente con sus votos. La gente de Waukegan está frustrada por la pérdida de puestos de trabajo y el aumento del costo de la vida. Aunque sigue pensando votar por Harris, Carrasco oye que cada vez más votantes de Waukegan se alejan del Partido Demócrata, que durante mucho tiempo ha ganado la mayoría de los votos de la ciudad.
“Si no nos dedican tiempo, no esperen que votemos por ustedes”, afirmó Carrasco, de 65 años, que entrena a jóvenes latinas en Waukegan para montar a caballo al estilo tradicional de la charrería mexicana. “Tienen que escucharnos. Tienen que hablar con nosotros”.
James Richard Wynn, de 35 años y padre de nueve hijos, dijo que se siente doblemente olvidado en Waukegan como conservador en una ciudad predominantemente demócrata. Argumentó que él y los temas que más le preocupan —la enseñanza en casa, las restricciones al aborto, los derechos de la Segunda Enmienda y el gasto público— suelen ser ignorados por los candidatos presidenciales.
“Probablemente muchos conservadores, especialmente en Illinois, piensan que no tiene sentido decir nada”, señaló.
“Una ciudad de valentía e imaginación”
A pesar de la limitada atención política, varios residentes elogiaron lo que describieron como el espíritu “hazlo tú mismo” de Waukegan, que a menudo se traduce en una organización política de base en torno a cuestiones como la vivienda y la justicia medioambiental.
Hace poco, un martes soleado, la pastora Julie Contreras, que ayuda a los recién llegados a la ciudad, tenía una larga lista de tareas pendientes. Estaba reuniendo a miembros de la comunidad para reconstruir el tejado de una pareja de personas migrantes cuya casa había resultado dañada por una tormenta. Luego tenía que recoger donaciones de pañales para una mujer que acababa de dar a luz.
Este es el Waukegan que la mayoría de la gente no ve, puntualizó Contreras, activista de la organización local sin ánimo de lucro United Giving Hope. Reprendió a los candidatos por pasar por el aeropuerto de la ciudad antes de dirigirse a Wisconsin sin hablar con los votantes sobre sus dificultades.
“Se están perdiendo de una comunidad maravillosa”, afirmó.
Muchowski, de los Demócratas del Municipio de Waukegan, dijo que cuando la ciudad se siente ignorada, sus residentes se cuidan unos a otros. Es algo a lo que se han acostumbrado, dijo.
“Waukegan, para mucha gente, es una ciudad de valentía e imaginación”, explicó Muchowski. “No conozco a mucha gente que diga: ‘Quiero mudarme a Waukegan desde el otro lado del país’. Pero la gente que viene aquí realmente ve el potencial”.
Ojalá, comentó, los candidatos también vieran el potencial.