Sao Paulo.- Hamilton Moreira es un gran aficionado del Corinthians, uno de los equipos de futbol más grandes de Brasil.

Pero el joven de 16 años, quien requiere de una silla de ruedas y padece autismo, nunca había visto al club en persona hasta el domingo pasado, después de que su madre se enterara de la sala especial en el estadio para personas con autismo, la cual se ubica en el noveno piso detrás de una de las porterías.

"Le encantó", dijo Ana Moreira, de 53 años, a The Associated Press mientras sacaba a su emocionado y ruidoso hijo de la sala y hacia la multitud después de que Corinthians derrotó 2-1 a Cruzeiro en un partido de liga.

"Hamilton es un gran aficionado al futbol, como toda la familia. Siempre ve los partidos hasta el silbatazo final, celebra con los jugadores. Es increíble incluirlo aquí", añadió.

La instalación en la Arena NeoQuimica lleva el nombre de "sala sensorial", y está diseñada para tener un efecto tranquilizante. Cuenta con paneles de vidrio a prueba de ruido, una iluminación especial, mesas con crayones, juguetes y comida, para mantenerlos ocupados durante los partidos.

Muchos equipos brasileños de futbol se han dado a la tarea de brindar comodidades a aficionados con autismo, ofreciéndoles boletos y bocadillos gratuitos, protección auditiva y salas sensoriales.

Algunas personas con autismo tienen dificultades para lidiar con el ruido de la multitud o permanecer quietos durante 90 minutos. No es el caso de Hamilton, quien permaneció súper enfocado durante todo el partido entre el Corinthians y Cruzeiro.

Padece un inusual y severo trastorno conocido como Síndrome de Pitt-Hopkins, el cual incluye autismo, por lo que su madre tenía recelo de traerlo a un partido. Sin embargo, las cosas salieron tan bien que quiere hacer la prueba de que vea un partido desde una parte abierta del estadio.

"La próxima vez lo quiero llevar a la sección de silla de ruedas. Creo que puede con el ruido", comentó.

El trastorno del espectro autista es un término general para una amplia gama de trastornos en el desarrollo que pueden involucran distintos grados de dificultades intelectuales, de lenguaje o sociales, así como comportamientos repetitivos. El ministerio de Salud de Brasil que de los 213 millones de habitantes del país, alrededor de 10 millones se encuentran en el espectro autista.

Si bien no hay muchas adaptaciones para personas con discapacidades en la mayoría de las ciudades de Brasil, se construyeron muchas instalaciones para los discapacitados en los estadios de futbol de Brasil de cara al Mundial de 2014, y desde entonces muchas de ellas han pasado por renovaciones.

La sala a prueba de ruido en el estadio de Corinthians se inició para la Copa del Mundo, se convirtió en una sala sensorial durante la pandemia entre 2020 y 2021, y ahora tiene un uso recurrente mientras el equipo de Sao Paulo se convierte en abanderado en cuanto a instalaciones para aficionados con autismo.

El año pasado, un grupo de hinchas conocido como Autistas Alvinegros, recibió permiso para colocar su bandera en un codiciada sección de la parte inferior del estadio que está visible durante las transmisiones televisivas. El experimentado portero del equipo, Cássio, es padre de una niña autista de 5 años. Y Luis Butti, un aficionado del Corinthians de 41 años de edad, se ha convertido en una sensación en redes sociales por sus publicaciones y podcasts de futbol, el equipo y su condición.

Incluso los equipos que no cuentan con estadio propio han sido parte del movimiento. En la final más reciente del campeonato estatal de Río de Janeiro, los jugadores de Flamengo y Fluminense llegaron tomados de la mano de niños con autismo.

Sergio Cordeiro, de 51 años y seguidor del Corinthians, trajo a su hijo autista de 25 años, Pedro Roberto, a la sala sensorial de la Arena NeoQuimica el domingo, a pesar de que su hijo es aficionado de un equipo rival, al que le iba su difunto abuelo.

Cordeiro dijo que le gustaría que su hijo apoyara al mismo equipo, pero "es difícil que una persona con autismo cambie de parecer, y en ese sentido él no es distinto a los demás".

"Venimos por la sala sensorial, es grandiosa", dijo Cordeiro. "Mi hijo no es muy verbal. Aquí está más tranquilo. No sé cómo le iría allá abajo. Si hubiera pirotecnia sería imposible estar allí con él".

"Los autistas se están convirtiendo en una nación por sí misma en Brasil. Están creciendo mucho y existen muy pocas políticas públicas para atender sus necesidades. Los equipos de futbol están haciendo su parte", comentó.

Algunos aficionados con autismo pueden manejar relativamente bien el ruido, incluido Jean Lucca Alvarez de 10 años, quien llevaba puesta una camiseta de Autistas Alvinegros cuando visitó el estadio por primera vez el domingo pasado. Sin embargo, él estuvo en la tribuna junto a su madre, Amanda Alvarez, de 44 años.

"Estamos aquí esperando un gol. Cuando todos gritan, si es necesario, le trajimos protección auditiva", dijo la madre cuando el partido seguía empatado a cero. "Todo el personal aquí estaba súper preparado para él desde que llegamos. Nos ayudaron, nos llevaron en la dirección correcta".

Jean Lucca, quien pidió ser entrevistado por la AP, dijo que su interés en el futbol creció durante el Mundial del año pasado en Qatar.

"Es muy bonito este lugar. Es increíble. Y aquí hay gente realmente maravillosa", dijo segundos antes de que Corinthians anotara su primer gol. "Soy un aficionado autista al Corinthians. En verdad lo soy."

Butti, el podcaster, también ve el partido desde las gradas, donde ya cuenta con su butaca personal. Dijo que se le diagnosticó autismo a los 31 años, cuando se mudó del campo a Sao Paulo. Ahora trabaja en el estadio como guía de turistas.

"Cuando empecé a trabajar aquí, nadie hablaba sobre el autismo. No era algo malintencionado, excluirme. Simplemente no era un tema importante en nuestra sociedad. Era una burbuja", comentó Butti. "Gracias a Dios que esa burbuja reventó y ahora es un tema para todos".

En la sala sensorial, algunos niños eligen patear pequeños balones, o incluso ver dibujos animados cuando se cansan de ver el partido.

"Me gusta este lugar por los otros niños autistas", dijo Ana Moreira, la mamá de Hamilton. "Este es un lugar de felicidad. Necesitamos más lugares como estos".