Los abusos sexuales a niños, violaciones y feminicidios, muestran una nefasta tendencia a la alza. Según logramos establecer en 2018 y 2019 ocurrieron 625 abusos sexuales, y en enero y febrero de este año suman 66 casos de abuso sexual y 71 violaciones.

El Fiscal General, Rubén Vasconcelos Méndez, asegura que son solo 4 casos de feminicidios en 2019, y éstos han disminuido en Oaxaca al pasar la entidad del cuarto al décimo lugar a nivel nacional, mientras que en los últimos dos años fueron asesinadas 256 mujeres.

Con todo y los prejuicios y tabúes subyacentes, así como la faltante de cultura de la legalidad y educación sexual, es indispensable airear estos temas para visibilizar a las víctimas a las que en el caso de los abusos y violaciones, se les destruye la vida.

Pero el mayor problema lo sigue representando la revictimización de los afectados por estos delitos por parte de su propia familia en primera instancia, y por las autoridades investigadoras, procuradoras y administradoras de justicia, por ineptitud o negligencia.

No hay que pasar por alto, por supuesto, la gran carga de corresponsabilidad que corresponde a los diversos medios de comunicación masiva, en virtud que muchas veces por un equivocado afán protagónico de ganar la noticia, se revictimiza a los afectados.

Es el caso de la denuncia presentada por dos estudiantes que han sido víctimas de violación. Los afectados señalan como agresores sexuales a tres adolescentes que estudian en el mismo centro educativo en una comunidad indígena de una de las ocho regiones del Estado.

De acuerdo a la versión de los menores, entre los adolescentes de la institución educativa se ha repetido en varias ocasiones este tipo de agresiones, pues presuntamente se violan unos a otros y por amenazas de los implicados, los hechos no han sido denunciados.

Al dar nombres, pelos y señales de las víctimas, la información publicada revictimiza a los afectados exponiéndoles al escarnio público, así como al alertar a sus agresores al revelar sus identidades y dar el nombre de la comunidad de la escuela.

Indispensable es que el Fiscal General del Estado, Rubén Vasconcelos Méndez, y la Procuradora de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, María Cristina Susana Pérez Guerrero Zamora implementen un curso dirigido a los medios para proteger los derechos de los niños y adolescentes a un libre desarrollo integral.

Ciertamente, falta mucho por investigar en México sobre el perfil de los violadores y feminicidas, y más en Oaxaca. No obstante algunos estudios han establecido que la inmensa mayoría fueron abusados y/o violados en su niñez o adolescencia.

Sin embargo, llama poderosamente la atención que un análisis de sujetos encarcelados por feminicidios y violación revela que la mayoría de violadores y feminicidas no padece trastornos psicológicos como equivocadamente se cree.

Estos datos corroboran la tesis que la violencia hacia la mujer es producida por patrones machistas y no por desequilibrios psicológicos. Un hombre, pese a no tener trastornos, usualmente cree que debe controlar a su pareja porque la considera de su propiedad.

En algunos casos, lamentablemente, algunos abogados genialmente perversos recurren al manido manejo de pretextar trastornos psicológicos en la defensa de sus clientes violadores y feminicidas como excluyente de responsabilidad.

Y si los asesinatos y feminicidios de mujeres adultas no tienen madre, mucho menos la tienen los abusos y violaciones a niños, generalmente en el entorno familiar, cuyo núcleo central guarda silencio cómplice.

En la mayoría de los casos la complicidad de la madre, es resultado de severas carencias emocionales, que generan codependencia patológica a grado tal que, muchas veces se calla por miedo a quedarse sola.

En muchos otros casos más, el silencio cómplice es resultado de no abandonar la zona de confort que representa la comodidad del sostén económico por parte del agresor y/o depredador sexual.

Las agresiones que sufren las mujeres dentro de una relación de pareja no son homogéneas ni siguen un mismo patrón. El estudio identifica cuatro formas de victimización y tres clases de agresores de mujeres.

Según el estudio “Violencia contra las mujeres: patrones de victimización y tipología de agresores”, elaborado por la Universidad de Lima y el Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES), existen cuatro formas en las que las víctimas son coaccionadas.

La primera forma se denomina control limitado y tiene a los celos como principal manifestación de la violencia que ejerce el esposo o conviviente hacia su pareja.

La segunda llamado control extendido, se da como resultado, además de los celos, del dominio que se amplía a no dejarla ver a sus amigas o a aislarla de sus familiares.

En el tercer caso, el control se hace más violento, pasa de ataques psicológicos a acciones físicas como empujones, sacudones y golpes con el puño.

La cuarta categoría alcanza el menor porcentaje y combina los golpes con intentos de homicidio, a través de estrangular, quemar o amenazar con armas.

En la investigación también se identificaron a tres tipos de agresores, usando de referencia entrevistas con internos. Los reos habían sido procesados por feminicidio o tentativa de feminicidio, lesiones graves o violación sexual.

El primer grupo representa el mayor porcentaje y tenía baja probabilidad de ejercer violencia o coerción. Tampoco presentaba transtornos de personalidad.

El segundo grupo tiene una alta propensión a ejercer violencia física y sexual a sus parejas, la proporción con problemas de salud mental era muy baja.

Y el tercer grupo con el menor porcentaje, aunque sus actos violentos eran menos severos casi la totalidad de reos tenía trastornos de personalidad antisocial, limítrofe o dependencia emocional.

Los investigadores del estudio, indican que los datos también revelan que la frecuencia y temporalidad de las agresiones son factores de riesgo para la victimización.

Por ejemplo, en las categorías donde se ejercía menos violencia, las víctimas dijeron que habían sido agredidas “alguna vez hace más de un año”. Sin embargo, en el patrón de violencia con riesgo feminicida, las víctimas dijeron que era atacada “a menudo” y otras “a veces”.

En las tipologías más violentas, las agresiones físicas empezaron mayormente entre el primer y segundo año de unión o matrimonio.

Los resultados muestran que no siempre hay un ciclo y escalada en la violencia. Una mujer no tiene que pasar por las cuatro tipologías para estar en riesgo de feminicidio. A veces, la espiral de agresiones constantes puede darse en un lapso muy corto de tiempo.

Detrás de la noticia

Alfredo Martínez de Aguilar

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@efektoaguila

Las opiniones emitidas en esta columna son responsabilidad de quien la escribe y no reflejan necesariamente la línea editorial de este medio.

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