La semana pasada el papa Francisco estuvo en la Ciudad de Panamá, para presidir la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2019 que se celebró en esa ciudad. En el evento participaron 250,000 jóvenes de más de 50 países.

En sus intervenciones el papa no dijo nada nuevo, pero sí en sus diversas intervenciones reiteró ante los jóvenes, las autoridades civiles y religiosas la posición de la Iglesia sobre la juventud y la migración. Fueron dos ejes centrales de todos sus mensajes.

Llamó a los jóvenes a luchar en la búsqueda de “un mundo más humano”. Les dijo que: “Desafiaran las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez, o presa del paradigma tecnocrático, cree que el único camino posible se transita en el juego de la competitividad, de la especulación y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil”.

Y también que muchos jóvenes “han sido seducidos con respuestas inmediatas que hipotecan la vida” haciendo clara referencia a las bandas del crimen organizado que lucran con las drogas y la explotación sexual. Y afirmó que “duele constatar que en la raíz de muchas de estas situaciones” son fruto de una sociedad “que se fue desmadrando”.

Invitó a los jóvenes a que respeten las “legítimas diferencias”. No se trata, continuó, de que todos vivan de la misma manera, de que el mundo se uniforme. Hay que reconocer que cada cultura es diferente y se expresa en forma distinta. Lo que sí es posible, enfatizó el papa, es tener “un sueño común, un sueño grande… amarse los unos a los otros”.

El papa insistió en que los gobiernos y la sociedad, desde luego también la Iglesia, deben “acoger, proteger, promover e integrar” a los migrantes. Y que hoy día “muchos de los migrantes tienen rostro joven, buscan un bien mayor para sus familias, no temen arriesgar y dejar todo con tal de ofrecer el mínimo de condiciones que garanticen un futuro mejor”.

En sus intervenciones, como siempre lo ha hecho, se pronunció en contra de los muros y pidió a los jóvenes ser “constructores de puentes” y no de barreras que se quieren edificar para “dividir y atropellar a la gente” y “sembrar miedo” en la población.

La Iglesia, continuó, ofrece “hospitalidad para que las comunidades de origen y las de destino dialoguen y contribuyan a superar miedos y recelos, y consoliden los lazos que las migraciones, en el imaginario colectivo, amenazan con romper”.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un evento que la Iglesia organiza cada tres años, para que el papa se reúna con los jóvenes del mundo. A partir de 1997 ésta se organiza de manera regular como un gran festival de la juventud. Se han celebrado encuentros en País, Roma, Toronto, Colonia, Sidney, Madrid, Cracovia y ahora el de Panamá. El próximo tendrá lugar en 2022 en Portugal.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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