En diversas ocasiones el ahora presidente López Obrador ha dicho que “la mejor política exterior es la política interior” y también que durante su gobierno hará pocos viajes al exterior.

Se sabe, lo dice su círculo cercano, que para él la política exterior no es tema de interés. Su posición, que es igual a la del viejo PRI, es que México no debe tomar posición en temas que supuestamente solo corresponden a cada país.

Eso implica, entre otras cosas, no pronunciarse en contra de las dictaduras y los gobiernos que de manera sistemática violan los derechos humanos e incluso asesinan a sus pueblos, para mantenerse en el poder.

La posición de López Obrador, por la vía de los hechos, lo convierte en un aliado de las dictaduras y los gobiernos represivos. Ahora en el caso de las sangrientas dictaduras de Venezuela y Nicaragua.

La cancillería, en seguimiento de las instrucciones del presidente que es el responsable de la política exterior en su condición de Jefe del Estado, argumenta que México así hace valer los principios constitucionales de la no intervención y autodeterminación de los pueblos.

Es un discurso hueco, para justificar el no hacer nada y así, eso es lo que está detrás como lo estuvo en sus tiempos el PRI, evitar que otros puedan criticar la acción del gobierno de México, para el caso el que ahora encabeza López Obrador.

Los países de América y también de Europa han decidido definirse, en el marco de su propia soberanía, y tomar posición en contra de las dictaduras de Venezuela y Nicaragua.

El gobierno mexicano opta por aislarse y quedarse solo. No asume, como se lo señala la Constitución, que debe defender en México y en el mundo la vigencia de los derechos humanos y denunciar su violación cuando así ocurra.

Está también, es parte de la posición del presidente López Obrador, que detrás de las condenas a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua están los Estados Unidos. Eso no debe de importar.

Lo relevante para México, en el marco de su propia visión e intereses, es que las dictaduras no tengan lugar y que éstas no asesinen, como ahora lo hacen, a su población.

Para el gobierno de México lo importante es decidir de que lado de la historia se quiere poner. La disyuntiva es simple y clara: Se está a favor de la democracia o de las dictaduras.

El presidente López Obrador ha elegido ponerse, al no condenarlas, del lado de las dictaduras. Ya Maduro ha hecho público su agradecimiento a la posición del gobierno mexicano.

La postura del nuevo gobierno lo aísla de la comunidad latinoamericana. En campaña el presidente López Obrador dijo que habría un acercamiento, pero en los hechos camina en sentido contrario.

Las dictaduras de Venezuela y Nicaragua están tocadas y sus días contados. A pesar de esto en una visión que se puede calificar de reaccionaria y antidemocrática, el presidente López Obrador, pese a sus grandes costos, elige ponerse de su lado.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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