La celebración de la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, el cuarto después de la alternancia, fue un espectáculo con mucho diseño, cuidado en todos los detalles y operado de manera exitosa.

A lo largo de más de doce horas de actividades, buena parte transmitidas en cadena nacional de radio y televisión, hubo actividades en cuatro pistas: el Congreso, el Palacio Nacional, Los Pinos y el Zócalo.

Con este espectáculo se inaugura una nueva litúrgica cívica, la propia del gobierno que el sábado asumió su responsabilidad. Hay elementos originales y distintos, pero otros que se retoman del pasado.

El presidente López Obrador tiene un gran sentido de la escena y también es un gran creador de símbolos. Es algo que le es muy propio a su talante y hoy en México no existe ningún político que en eso le pueda competir.

En muy buena media, la creación del personaje que ahora es se debe a su capacidad de crear escenografías en las que él se mueve desde el centro y desde las cuales se comunica.

La puesta de escena del sábado, con sus cuatro pistas, es diseño del presidente. Él, como nadie, sabe de la importancia que éstas tienen, para decir y comunicar lo que quiere. Son mensajes que hablan de él y su proyecto.

Los eventos en tres de las pistas fueron públicos y solo la comida, con 400 invitados, fue privada. La pista uno, la puesta en escena en el Cámara de Diputados, donde Morena es mayoría, fue muy cuidada, hubo ensayos previos.

De la pista dos, la comida en Palacio Nacional, se sabe poco. Se conoce la lista de los invitados y que aquí sí asistió el dictador de Venezuela, pero no se hizo presente la delegación de Estados Unidos. Es posible que esto se haya negociado previamente.

La tercera pista, la de Los Pinos, tuvo un gran atractivo para cientos de personas que lo visitaron y se incorporaron al espectáculo a la manera de un performance. La residencia oficial de los presidentes, desde el general Cárdenas a Peña Nieto, se abría a los ojos, al tacto y al olfato del pueblo.

Una amiga periodista alemana me dijo que esta puesta en escena le recordaba, aunque fuera de manera simbólica, la irrupción del pueblo a palacios y castillos de la monarquía europea como en la revolución francesa o rusa.

El Zócalo, la cuarta pista, fue el escenario con mayor producción. Al parecer, no es muy claro, representantes de pueblos originarios, conducidos por la directora de teatro Jesusa Rodríguez, disfrazada como indígena en el escenario, realizaron ceremonias de su cultura ancestral.

La primera fue una limpia al presidente y su esposa, para quitarles todos los males espíritus. Y luego la entrega del bastón de mando por parte, supuestamente, de todos los pueblos originarios del país. Hay organizaciones indígenas que no estuvieron de acuerdo con estas ceremonias.

El presidente a lo largo de su sexenio, lo ha hecho siempre, pondrá mucho cuidado en el diseño de las puestas en escena donde él aparezca y desde las cuales se comunica con la gente. La construcción de la nueva litúrgica cívica depara muchas sorpresas.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: RubenAguilar

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