El calor ha sido aciago este verano y esa tarde no fue la excepción. Al llegar al sitio de la cita, la encontré bajo la sombra del único árbol capaz de brindarla y el mensaje de texto que recibí unos minutos antes tomó sentido: “Te estoy guardando un buen lugar en el estacionamiento”.

Ese gesto me retrató de cuerpo entero a Dina Salgado, esa mujer llena de energía, que busca permanentemente la manera de ser y darse a los demás.

Dina contrajo neumonía cuando contaba apenas con un año y medio de edad, un mal tratamiento con penicilina hizo que perdiera el oído, pero su familia no se enteró de esta situación hasta que ella tenía ya tres o cuatro años y su capacidad de habla no se desarrollaba de manera normal.

Como era la costumbre en ese tiempo, la llevaron durante dos años con una maestra “oralista”, la lengua de señas aún no era común y se obligaba a las personas sordas a hablar, técnica complicada para muchos: “para mí no fue tan difícil, porque tenía recuerdos auditivos de mi infancia y de ellos me apoyé para hablar”.

“A los nueve, mi papá consiguió trabajo en un aserradero y nos llevó a vivir a la sierra, yo sabía leer, escribir y hablar, pero no tenía idea de los conceptos, es decir, no asociaba palabras con cosas o situaciones y en ese tiempo descubrí “Lágrimas y Risas”, “Memín Pinguín” y las fotonovelas, ¡mi mente entendió el significado de las palabras!”, ahí es donde en realidad se conectó con el mundo.

A los 14, en Las Hierbitas, municipio de Guadalupe y Calvo, concluye su primaria, “en esa comunidad solo habíamos 3 niños, y la escuela atendía a pequeños de 40 poblaciones de los alrededores, que diariamente se trasladaban para aprender, ahí terminé como la mejor alumna, primer lugar en todo”, recuerda con gran orgullo.

El ir y venir de la familia la llevó a diferentes lugares, a los 18 se asienta en Chihuahua: “me recomendaron estudiar comercio, pero eso, en mi condición, era difícil, así que en realidad aprendí poco, pero me reencontré con Carlos”, sus ojos brillan con coquetería y felicidad, “¿recuerdas que cuando tenía nueve iba con la maestra oralista? ¡Ah!, pues ahí conocí a un niño, sordo también, que me caía muy bien, ¡ese era Carlos! Y que me lo encuentro nueve años después, nos hicimos novios y a los dos años nos casamos”, me da curiosidad saber si en su casa no se opusieron a que contrajera matrimonio con alguien en la misma situación de sordera y niega rotundamente con la cabeza, “para entonces, mi mamá también había perdido el oído, así que Carlos no tuvo ningún problema para ingresar a la familia.

Dina tiene 2 hijas y para no perder la costumbre de cuando era pequeña, su esposo también la lleva a recorrer el estado, vivió en Cárdenas, Delicias, de regreso a Chihuahua y en 1983, llega a Ciudad Juárez.

Ya en esta frontera, que desde entonces es su hogar, empieza a convivir con la comunidad sorda, con quienes descubre la lengua de señas, de la que poco a poco se convirtió en experta.

“Las personas sordas, pueden aprender la lengua de señas desde muy pequeños, incluso antes de que las personas oyentes pudieran aprender a hablar, es instintiva, nos proporciona un medio eficiente de comunicación”, explica.

Como ella sabía escribir, comenzó a fungir como intérprete de amigos y esa actividad la llevó a ser reconocida por la Asociación Nacional de Sordos, como una de las pocas intérpretes certificadas del país e ingresa a laborar en la Secretaría de Educación Pública, en el área de educación especial, enseñando a maestros la lengua de señas mexicana, ya que originalmente se enseñaba la americana, actividad en la que ya se desenvolvió por 25 años.

“Siempre he buscado la inclusión educativa de la comunidad sorda, es un derecho, ¿sabes que sólo existe una universidad para nosotros y está en Washington?, merecemos la oportunidad de desarrollar nuestras habilidades, queremos institucionalizar escuelas especiales, tenemos ya el modelo funcionando en una escuela 100% para sordos en Santa Fe, NM, solo debemos atraer el concepto”, hace énfasis en que el sistema ya está probado, no hay que empezar de cero.

“En Chihuahua está aprobada la educación bilingüe y bicultural, es decir que en todas las escuelas debería enseñarse lengua de señas, ley que no se ha aplicado aún”, se queja, pero eso no la detiene, ella sigue tomando retos, recientemente le pidieron una licenciatura para poder acceder a un empleo y actualmente está cursando la licenciatura en Intervención Educativa en la Universidad Pedagógica, “hice la secundaria abierta y luego estudié la preparatoria regular, el esfuerzo ha valido la pena, porque no lo hago por mí, mi objetivo es motivar a otros”.

Dina imparte clases de lengua de señas a maestros, personas sordas, padres y población en general en el Centro Comunitario del Parque Central, así como clases privadas y talleres, una vez que concluya su licenciatura, la veremos como docente de la SEP.

La fuerza positiva que transmite esta mujer es arrolladora, cautivadora.
Por cierto, la seña que usa en las fotos, no es que sea rockera, significa “amor” en la lengua de señas, y eso es lo que ella desea que permeé en la sociedad juarense y a mí me parece una gran idea.

Publicidad
Enlaces patrocinados