En una de sus conferencias mañaneras el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció con bombo y platillo, como si se tratara de algo de mucho beneficio, que se cerraba la cárcel conocida como Las Islas Marías, y es que cuando se habla de una cárcel de inmediato se vienen a la mente imágenes desagradables y celdas en las que los detenidos reciben malos tratos de parte de los celadores, que les dan alimentos de la peor calidad e incluso en mal estado, y que quien está en el lugar, se la pasa contando los días en que saldrá del reclusorio, derivado de la mala vida que lleva; y efectivamente eso ocurre en la mayoría de las cárceles convencionales, ya que carecemos de un verdadero sistema de reinserción social.

Seguramente en alguna ocasión escuchamos historias de la mala fortuna que significaba para los reclusos del referido penal, permanecer encerrados, sobre todo por lo que se llegó a narrar como parte de un argumento cinematográfico que daba a conocer la forma en que castigaban a los internos que se portaban mal, y eso efectivamente ocurrió pero hace ya varios años. La nueva historia de Las Islas Marías era otra completamente distinta, pues se sabe de sentenciados a decenas de años en prisión que pedían ser trasferidos al referido penal, porque, pese a tratarse de una cárcel, la realidad era que estaban en semi libertad, pues solamente a los reos que no seguían el reglamento o tenían un mal comportamiento, los metían en celdas, pero era por un espacio de tiempo, y terminado el mismo, salían para continuar su sentencia dentro de los límites que marca el propio mar.

Y es que en Las Islas Marías había iglesia que carecía de puertas, por lo que nada les impedía ingresar cuando así lo consideraran, talleres de artesanía, hilo, repujado y áreas recreativas como un campo de futbol, pero con el cierre del penal; en el taller de carpintería quedaron herramientas y piezas que elaboraban y vendían los internos. También se llevaba a cabo la siembra de camarón, que era otra fuente de ingreso para los internos, en fin se trataba de una situación completamente distinta a la que se vive en las cárceles regulares.

Entre otros de los privilegios de que gozaban los internos estaba que podían solicitar permiso para que su familia se les uniera y vivir juntos en la isla, situación que muchos aprovecharon y ahí se desarrollaron como familia, pero con el cierre del penal esto terminó, incluso así lo reconoce la propia exdirectora del penal, Gabriela Cerón Ramírez, quien afirma que Islas Marías era una comunidad en la que había respeto entre reos y autoridades, por lo que los reos perdieron esa semilibertad de la que gozaban y tendrán que acostumbrarse a pasar el resto de su condena en una cárcel regular con todo lo que ello implica, por lo mismo, no se trata de un acto de justicia o de que se terminara con una forma de reclusión que no respetaba los derechos humanos, todo lo contrario, se trataba de la única cárcel que efectivamente hacia un trabajo de reinserción social cosa que de ninguna manera hace penal alguno en nuestro país y esa no es la idea…

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