Mañana arranca el cuarto gobierno después de que ocurre la alternancia, en el año 2000, cuando el PRI pierde la presidencia de la República luego de haberla tenido de manera ininterrumpida, con nombres distintos, por 80 años.

El presidente Andrés Manuel López Obrador asume su cargo de manera oficial después de haberlo ejercido de facto en los últimos cinco meses. Esto como resultado de un acuerdo con el presidente Peña Nieto.

La mitad de la ciudadanía, la que votó por él, tiene enormes expectativas sobre su mandato. En él ven a un líder que va a resolver todos los problemas del país.

Dicen también que ha llegado su momento y que, a través del presidente, ahora se verán reivindicados, incluso vengados, de las ofensas y oprobios que sufrieron en el pasado.

La otra mitad, la que no votó por él, está preocupada e incluso tiene miedo de lo que pueda suceder en su mandato los próximos seis años.

Piensan que López Obrador pretende restaurar al México de la presidencia imperial donde el presidente controlaba a todos los poderes y actuaba como emperador. Volver al país del autoritarismo.

El nuevo gobierno inicia su gestión en un México dividido en dos grandes grupos y con altos niveles de polarización social. Domina la visión del blanco o el negro. No existen los tonos del gris.

La polarización crece cuando funcionarios del nuevo gobierno o dirigentes de Morena expresan de manera pública que no hay más posibilidad: se está con ellos o contra ellos.

Un país polarizado, en conflicto y en tensión permanente entre los dos grandes grupos que lo integran, como es ahora el caso, no puede avanzar.

En esa condición la energía de la sociedad se desgasta en la destrucción de unos y otros. Hay muchas evidencias de que eso está pasando.

Ahora el conflicto está muy presente en las redes sociales, pero también en declaraciones a los medios y sobre todo en los espacios privados.

El presidente López Obrador tiene como primer gran reto romper la polarización social que ahora existe en el país. A él, por su condición le toca, y ahora es el único que lo puede lograr.

Si él lo quiere tiene todo a su alcance, para terminar con ella. En estos últimos meses crece todos los días. No es un tema menor.

El presidente también puede hacer que crezca si la deja correr o la alimenta cuando a los que no piensan como él los descalifica o incluso insulta.

La polarización social de ahora es más intensa y sobre todo más extensa de la que, en su tiempo, desataron los presidentes Luis Echeverría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982).

A México le urgen enormes transformaciones que solo van a tener lugar si el país y sus habitantes viven en paz y tranquilidad. Esto exige que la sociedad no esté polarizada.

Espero que el nuevo presidente lo entienda y actúe en consecuencia. De otra manera nos esperan tiempos muy difíciles donde la construcción será imposible.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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