Ciudad Juárez.- “Grita fuerte” llevó el Expresso de la Unidad de Atención y Bienestar Infantil (UABI), del departamento de Desarrollo Humano e Inclusión, a más de 50 niños de las colonias que se ubican en la zona de los kilómetros, con el objetivo de prevenir el abuso sexual infantil a partir de actividades lúdicas que brindan a los infantes las herramientas necesarias para prevenir y detectar el abuso.

Las niñas y niños viajan a través de diversos mundos a bordo de un tren imaginario, en el que van aprendiendo sobre cómo reconocer sus emociones y sensaciones, conocen las partes privadas de su cuerpo, también aprenden a eliminar los secretos que no son buenos, y detectan las redes de apoyo.

Rosella Yamada, supervisora de UABI, explicó que esta estrategia de trabajo ayuda para que las y los niños aprendan sobre la necesidad del autocuidado, la comprensión de emociones y sensaciones, el conocimiento de las partes privadas y la generación de redes de protección.

“La historia de Sofía es un cuento donde se habla de una niña que vive abuso sexual, no se toca directamente, sino que se deja entrever que algo le sucede a Sofía. Los niños van reconociendo las emociones a través de este cuento. Hacen una carta si los y las niñas creen que Sofía necesita un consejo”, explicó.

También añadió que es una forma para detectar el abuso o ver qué tantas herramientas tienen las niñas y los niños.

En un segundo módulo, conocen sus partes privadas y sobre el autocuidado.

“Al cuento de Caperucita roja le damos un giro: el lobo no es malo. Dentro de la historia se encuentran a una exploradora. Los niños son partes de la historia. Y esta actividad sirve para que ellos detecten que no todas las personas que parecen malas son malas y que no todas las que parecen buenas lo son”, mencionó.

Asimismo, dijo que también aprenden que hay tipos de secretos que son buenos y otros malos. Los buenos son para dar una sorpresa, por ejemplo Caperucita que va a visitar a su abuela, y los malos que son aquellos que me dicen que no los diga pero que me hacen sentir mal o incómodo”, dijo.

La supervisora comentó que es un proceso: reconocen emociones y sensaciones, en qué parte de mi cuerpo están y a hacerle caso a esas sensaciones.

En el cuarto módulo: de redes de apoyo, se topan a personas que pueden ayudarles. Ellos aprenden a detectar en quiénes sí pueden confiar porque muchas veces el agresor está dentro de la casa o es una persona de alta confianza.

“Al final los llevamos a un espacio donde es un lugar de reflexión y meditación. Les enseñamos sobre relajación”, concluyó.

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