La educación que le damos a nuestros hijos siempre ha sido un tema complicado, pues por un lado están quienes afirman que no se les debe reprender ni con el pensamiento cuando cometen alguna travesura o no se porten bien, pues eso frustraría muchos de sus talentos, no les permitiría ser auténticos y hasta traumas les podría acarrear para toda su vida, situación que los marcará y limitará en su desarrollo; también está la otra postura en la que se asegura que un buen correctivo aplicado justo en el momento adecuado evitará que posteriormente se tenga que lidiar con una persona sumamente intolerante a la frustración, como los que a veces vemos en centros comerciales, salas de espera, transporte público y demás lugares concurridos por la población, mismos que a la menor provocación hacen un berrinche de proporciones mundiales y en ocasiones nada más porque sus padres no le compraron lo que estaba solicitando, y lo más lamentables es que estos pequeños lo hacen en ocasiones insultando y agrediendo a sus progenitores mientras, estos se limitan a pedirles que se calmen y soportan todo el mal humor del infante.

Y desafortunadamente ese temperamento tan fuerte también lo tienen que padecer otras personas, ya que nadie puede meter en cintura a estos pequeños cascarrabias, ni siquiera sus padres.

Y quién no ha visto escenas en que los niños andan desatados agarrando todo, subiéndose a donde no deben y hasta molestando a otros niños, mientras su padre o madre se limitan a decirle con toda calma que se comporte, pero sin dejar de estar viendo, por ejemplo, su teléfono celular y sin hacer algo para que el chamaco detenga su actividad, lo malo es que, cuando ocurre un incidente en el que el que “el angelito” rompe o destruye un artículo que no es de su propiedad, el adulto no se quiere hacer responsable de los daños pese a que no se molestó en llamarle la atención o simplemente detenerlo para prevenir que se presentara el incidente y entonces sí afirman que en todo momento estuvieron supervisando a su chamaco y por lo mismo se niegan a pagar los daños ocasionados.

El anterior podría ser el caso que le ocurrió a la familia Goodman, pues Sarah Goodman dijo que una compañía aseguradora quiere cobrarles 132 mil dólares por una escultura que su hijo de 5 años tiró accidentalmente en un centro comunitario de la ciudad.

Goodman afirmó que el incidente ocurrió el mes pasado en el Centro Comunitario Tomahawk Ridge en el Parque Overland cuando su familia asistió a una fiesta de bodas. Goodman dijo que no vio la caída de la obra de arte pero señaló que su hijo sufrió lesiones menores.

Manifestó que la escultura carecía de protección alguna en el concurrido lugar.

La escultura fue prestada a la urbe, que está obligada a reclamar los daños a la compañía aseguradora, dijo el portavoz de la urbe, Sean Reilly.

Goodman dijo que sus hijos estaban bien supervisados y ella no fue negligente, y falta que hasta reclame porque su chamaco supuestamente se lesionó cuando tiró el objeto.

Pero en estas situaciones la pregunta sería ¿Y si la afectada hubiera sido ella, estaría dispuestas a no cobrar por los daños recibidos? Lo más seguro es que no, nada más que como sabe que debe responder por lo que sus hijos hagan al ser ella la responsable de los mismo, busca la forma de eludir su responsabilidad; cosa que no hubiera ocurrido si de verdad estuviera al pendiente de sus hijos; así que el dilema sigue en el aire, corregir o no corregir a los hijos, la respuesta es, creo muy sencilla, se debe corregir sin ser demasiado estrictos, sino buscar siempre un punto medio para no hacerles daño a las nuevas generaciones, pero marcarles límites para que sepan que no todo está permitido, al menos esa es la idea…

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