Ciudad Juárez.- Lo primero que llama mi atención al entrar a su gimnasio, es un grupo de pequeñas estudiantes, que semejan el revolotear de una parvada de avecillas azules en una armónica y feliz danza de saltos, marometas y balanceos, moviéndose ordenadamente al ritmo de sus instrucciones entre las barras asimétricas, la barra de equilibrio, colchonetas y el área de saltos, que debo confesar, me antojaba a intentar una pirueta de la cual sé que no hubiera salido bien librada, por lo que mejor contuve el impulso y avancé hacia ella, que me esperaba con su contagiosa sonrisa y los brazos abiertos.

Aquella pequeña nacida en Galeana, Chihuahua, que pasaba horas corriendo y trepando entre cerros y árboles, es ahora una de las más reconocidas instructoras de gimnasia olímpica de esta fronteriza ciudad: Kate Ortiz.

Tras esperar a que su entrenamiento del día concluyera, esta inquieta mujer me comparte su historia dentro de la gimnasia olímpica, que tiene su origen justamente en esa tremenda inquietud y exceso de energía que desde pequeña manifestó, ríe al recordar el modo en que su abuela describía esa manera de ser: “¡esa niña es muy chirotona!”, que es como se les decía antes en los pueblos a las niñas que se pasan el día jugando y corriendo sin descanso.

Kate recuerda con añoranza cuando a los seis años de edad, fallece su papá y la familia, su madre y sus seis hermanos, se ven en la necesidad de migrar, y es Ciudad Juárez quien abre sus brazos para recibirlos y desde entonces se convierte en su hogar.

Ya en la escuela, a la mamá de Kate le ofrecen inscribir a su pequeña en un curso de gimnasia y ella sin pensarlo, ve en esa alternativa una forma positiva de encausar a su traviesa hija, que ya para entonces era la clásica niña que se ofrecía para todos los bailes, eventos y actividades extra escolares.

Las habilidades de Kate en esa disciplina la llevaron a ser seleccionada en El Paso, Texas, para una beca de entrenamiento por un año en el vecino país, con miras a la conformación de la selección texana de gimnasia olímpica, pero la precaria situación económica de la familia no permitió que Kate se mudara y continuó con su preparación en Juárez.

Todo iba viento en popa para la prometedora carrera de Kate, hasta que al cumplir los 15 años su madre cede a la presión de su abuela (mujer sumamente conservadora), quien siempre estuvo inconforme con el tipo de atuendo que las gimnastas portan y la retira de los entrenamientos, muy a su pesar, pero obediente a los mandatos maternos, la adolescente abandona los leotardos y se dedica a la escuela.

A los tempranos 19 decide casarse y se vuelve madre a los 20.

A punto de cumplir 30, su esposo se queda sin empleo y ella decide buscar la manera de apoyar en la economía doméstica, más al buscar empleo, la respuesta recurrente fue: “señora, ya está usted muy grande para el puesto”, decepcionada y a punto de darse por vencida, una mañana lee en el anuncio de ocasión que se solicitaba maestra de gimnasia en una escuela, inmediatamente se presentó y cuál no sería su sorpresa, el puesto le fue asignado casi de inmediato.

Tres meses duró en ese cargo, cuando su talento llama la atención de los encargados del Gimnasio Municipal Bertha Chiu y toma las riendas de los entrenamientos de gimnasia olímpica, cargo que desempeñó durante 16 años.

“Sabes que al principio, entrenábamos en la cancha de básquet, todo muy rústico, ponía yo cajas de leche para montar sobre ellas las barras, fue un inicio difícil, pero muy bonito”, me cuenta mientras la memoria se va detrás de esos recuerdos.

Entre los grandes orgullos de Kate, está haber asistido a un campamento de adiestramiento para entrenadores de gimnasia olímpica que impartió el famoso rumano Bela Károlyi, quien fuera el hombre detrás de Nadia Comăneci y su perfecto 10 en las Olimpiadas de 1976.

“Nunca sabe uno lo que la vida le tiene reservado, mira, lo que fuera mi pasión de pequeña, se ha convertido ahora en mi modo de vida, por eso hay que hacer todo bien y con el corazón”.

Un día, hace ya 5 años, Kate estaba en misa y ahí conoce a un grupo de niñas y jovencitas, de entre 9 y 16 años, que habitan en la Casa Hogar De Amor y Superación y decide que puede ofrecerles no solo una actividad recreativa, si no, como sucedió con ella, una posibilidad de tener una profesión a través del deporte y a partir de entonces, sin faltar una sola vez, dos veces por semana, ofrece sus servicios gratuitos a un grupo de 22 niñas de esta institución.

“Si en una niña siembro la semilla del deporte, sé que en ella florecerán el amor, la esperanza, el deseo de ser mejor y lograr sus metas”, asegura.

En 2013 Kate Ortiz decide independizarse con Katira's Gymnastics, primero impartiendo sus clases al aire libre, en los terrenos del Parque Central y posteriormente en un espacio adecuado para el correcto desempeño de las pequeñas que entrena, 70 para ser exactos y ahora da empleo a 4 entrenadores más.

Y como a ella eso de dar, se le facilita, otorga una beca por cada grupo que conforma, para una niña de escasos recursos, ella cree firmemente en la juventud, en el deporte y en la perfecta combinación que estos pueden hacer: “Las niñas son como esponjas y es responsabilidad de su entrenador enseñarles a ser mejores cada día”.

¿Cuál es el sueño de Kate? “Seguir fomentando el deporte local, estimular a las niñas a ser disciplinadas como atletas y como personas, porque ahí radicará el éxito en sus vidas” y ella, seguramente, ha aportado más de un granito de arena en la calidad de vida de todas y cada una de las jovencitas que han pasado por sus expertas manos.

Si está usted interesado en apoyar a las niñas de la Casa Hogar de Amor y Superación, con equipo de gimnasia para que puedan desarrollar mejor esta actividad, no dude en contactar a Kate a través de su cuenta de Facebook.

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