Ciudad Juárez.- Son muchas las personas que en algún momento de sus vidas han sentido el deseo de partir con una organización hacia un destino extranjero con la intención de participar en un proyecto de voluntariado.

Una oportunidad que no a todos se les presenta y que, en ocasiones, el miedo a la incertidumbre y a lo desconocido puede llevarlos a abandonar la idea. Nuestra protagonista de hoy, la fronteriza Laura Alicia Chaparro Flores, buscó la oportunidad y, lo más importante, supo aprovecharla.

Laura, nacida en El Paso, Texas, y criada en Ciudad Juárez, es maestra de tercer grado en Heart Elementary en la ciudad vecina, y contó para NetNoticias que desde que estaba en la universidad tenía la inquietud de viajar para hacer un cambio y una diferencia en la vida de una persona, pero esto resultó ser al contrario cuando el verano pasado materializó su sueño y voló hasta Gahna, África lugar que asegura le cambió la vida.

"Decidí que quería irme a África porque es una zona de bajos recursos, y yo quería algo donde yo batallara, no sólo que me diera las armas para aprender como maestra, sino algo que me diera a mi más empuje, que yo aprendiera más de una comunidad totalmente diferente a en la que estoy".

A sus 29 años de edad, esta joven con maestría en Educación Especial Bilingüe, vivió lo que describe como “un viaje que me abrió los ojos a un mundo nuevo y que abrió mi corazón”.

Tras un recorrido de casi 24 horas y diez vacunas previas, Laura por fin llegó a su destino, donde junto a una compañera fue recibida en el pequeño aeropuerto por un joven nativo que las trasladó en una vieja camioneta hacia donde sería su alojamiento, una vivienda familiar que alojaba a alrededor de 20 voluntarios originarios de distintas partes del mundo.

Pareció un mes, pero fueron dos semanas las que la joven ejerció como educadora en Maranatha, una precaria escuela ubicada en una comunidad cercana, a donde diariamente hacía una hora caminando, “el calor era horrible se nos traspasaba de las ‘chanclas’ a los pies”.

Viejas construcciones sin ventanas, piso de tierra, reducidos salones, material insuficiente, pizarrones quebrados y en algunas aulas ladrillos en lugar de estos, fueron las herramientas con las que Laura se dispuso a enseñar a más de cien niños humildes, que existe una vida más allá de su realidad, “tú entras a la escuela y haz de cuenta que estás viajando cien años hacia atrás, a los niños los castigan con caña de azúcar”.

"Lo más difícil es enseñarle a los niños a ver que hay un mundo diferente del que ellos están viviendo. Para mí fue difícil acostumbrarme, a que no había baño, acceso al agua limpia, ni a comida, todo era muy limitado".

Ni el mosquito de la Malaria, ni los recursos limitados hicieron que Laura renunciara a su misión, “a la semana yo le marqué llorando a mi mamá diciéndole ‘ya me voy a regresar no puedo’ porque varios voluntarios se pusieron mal, se regresaron, les dio Malaria, yo veía que iban cayendo y eso me daba a mi miedo”.

La educadora describe a la comunidad como unida, alegre y trabajadora:

“Jamás en mi vida había conocido una comunidad tan unida, es impresionante, todos trabajan muy duro juntos, no existe competencia, egoísmo, no hay malicia, la gente es buena, se ayudan entre todos”, además añadió que los pobladores tienen un ritmo “impresionante” y desde tempranas horas se muestran entusiasmados y bailadores.

Posted by Netnoticias.mx on miércoles, 21 de marzo de 2018

A esta experiencia Laura la califica como la más difícil que ha tenido en su vida, en la que más ha batallado, pero reitera que sin duda sería algo que volvería a repetir, pues su estadía fue recompensante, dice la hizo una mejor persona.

"Aprendimos mucho en el sentido de agradecer todo lo que tenemos más que nada, hasta acceso al agua limpia, una cama donde dormir, un carro para llegar al trabajo, cuando vives en la comodidad crees que eres humilde, pero cuando llegas allá te das cuenta que no es lo que pensabas".

Llegó el momento de partir y de despedirse de todos aquellos niños que incluso iban descalzos hasta la escuela y entusiasmados esperaban su llegada parados en la reja, “a la hora de despedirnos sí fue fuerte, porque quieres quedarte a hacer más cambio, pero sabes que tu vida te espera y que tus otros alumnos te quieren de vuelta”.

Para concluir, Laura comparte que una vez de vuelta en El Paso no volvió a ser la misma, sino que regresó siendo mejor gracias a esa experiencia, “uno aprende mucho de esas experiencias y es una experiencia de vida, que te llevas para siempre”.

Por ello añade: “siempre he pensado que tus sueños deben ser más grandes que tus miedos, si tú sueñas algo, el miedo es poco, tu sueño deben de ser tus ganas, tu positivismo de hacer un cambio; entonces yo les recomendaría que si algo lo quieren, que se lo propongan, no lo piensen, y que siempre sus sueños sean más grandes que sus miedos porque si no, no van a poder cumplir todo lo que quieren en la vida”.

"Los tiempos de Dios son perfectos y en cualquier momento, no hay edad para ir a hacer un cambio, para ir a misionar e ir a hacer un bien a otra persona o comunidad, en este caso ayudamos a esta comunidad".

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