México.- La bravura y la destreza de las mujeres a caballo se enlaza con la tradición de la charrería en la escaramuza, evoluciones que engañan el ojo del espectador con suertes entre vestidos y listones de colores.

Las amazonas han desafiado el dominio del hombre sobre la bestia; con menos fuerza y menos estatura, pero si con gran capacidad y valentía, han ocupado poco a poco espacios desde que el caballo llegó, hace 500 años a América en compañía de los conquistadores.

El animal que hoy hechiza por su majestuosidad y fuerza fue confundido por los indígenas con un monstruo por sus dimensiones. A trote recorrió las llanuras mexicanas. Con el tiempo el terror de los nativos tuvo fundamento pues la caballería se utilizó como arma de conquista.

Tras la ocupación, los indígenas no tenían permitido montar pero si ocuparse de los cuidados de los animales a los que había que lazar y amansarlos con la reata y con ello germinar lo que hoy es la charrería, deporte emblema del país.

En cuanto a las mujeres, en 1925 se nombró como reina y capitana de los charros de la antigua Asociación Nacional a Ana María Gabucio y Sánchez Mármol, lo que constituyó el primer acercamiento de las mujeres a la disciplina; de manera posterior, en 1937 se formó la Asociación Metropolitana de Chinas.

Dicha asociación reunía a las hermanas, esposas e hijas de los charros; después, se formó el grupo de Damas Charras del Círculo de Amigos Charros de Villa de Obregón en lo que hoy es la zona de San Ángel, ellas, se presentaban en festivales y desfiles.

Fue a mediados del siglo XX cuando la primera Escuela de Charrería formó un grupo de niños y niñas a quienes se les instruía en variantes de la disciplina, después los varones decidieron seguir con la charrería tradicional, mientras que las mujeres iniciaron la historia de la escaramuza.

De acuerdo con Alejandra Guadalupe Bribiesca, capitana del equipo de la escaramuza Rancho La Joya de Xochimilco y sub delegada estatal de escaramuzas de la Federación Mexicana de Charrería, la principal aportación de las mujeres al espectáculo es la sensibilidad y vistosidad.

Explica que gracias al trabajo en equipo las mujeres han conquistado un lugar dentro del deporte nacional y han demostrado a los hombres que sus rutinas acrobáticas, en muchos casos, son las que “llenan los lienzos”, aunque reconoció que aún tienen que trabajar para ganar espacios.

“Somos la parte femenina del deporte, le ponemos la sensibilidad al espectáculo, nosotras llenamos los lienzos porque cuando participamos nos apoya toda la familia y además personas que van a ver nuestro espectáculo. Poco a poco ellos han entendido que somos necesarias”.

Lo anterior, lo explica la joven en medio del ruedo en el que practica cada semana desde su niñez. En la escaramuza, Alejandra, encontró un espacio para practicar el deporte de sus amores y desplegar la pasión que heredó de su familia por los caballos.

Como cabeza del equipo instruye a sus compañeras a portar con orgullo y garbo la vestimenta que ha dado a la charrería fama internacional, asegura que se trata de un uniforme que debe ser respetado y amado.

La reina de los charros de La Joya, María Luisa Bribiesca, hermana de Alejandra, afirma que las escaramuzas pueden usar vestimenta de adelita o ranchera y de charra, de acuerdo con el estatuto que regula su deporte.

El primero, es una adaptación de los vestidos de las mujeres revolucionarias que debe cumplir con un estricto reglamento que contempla su elaboración en tela opaca y de algodón con al menos un holán plisado y cosido independiente en la parte baja del vestido o falda.

Asimismo, considera una crinolina y calzonera de algodón; un rebozo que se debe portar anudado a la cintura y botas al estilo Jalisco; sombrero y aretes tradicionales hechos de manera artesanal. Mientras que el de charra es una adaptación femenina del traje de hombre.

La silla para montar de mujer fue parte de la revolución que ocasionó la incorporación de las féminas a la charrería, las sillas, se adaptaron a la usanza europea con una albarda que mantiene sus piernas en un lado de la caballería.

De acuerdo con la escaramuza, Karla Patricia Márquez, la adaptación no responde a la incapacidad de las mujeres de montar a horcajadas sino para tener mayor comodidad, además de ofrecer elegancia a las amazonas durante sus danzas sobre los equinos.

Karla explica que las escaramuzas aprenden a montar desde pequeñas con sillas para hombre y de manera paulatina se acostumbran a la silla femenina, aunque aclaró que la postura no implica mayor dificultad ni riesgo inminente que ya suponen las suertes que realizan al trote del caballo.

Ashley Valencia, quien también forma parte del grupo, puntualiza que el equipo de competencia debe estar formado por ocho mujeres quienes se apegan a un reglamento para realizar 12 ejercicios durante su rutina.

Entre ellos, formar flores, escaleras, cruces, pases, rebases y agrupaciones con alto grado de dificultad toda vez que implican la intersección cercana y precisa de caballos a toda velocidad, los ejercicios son calificados por jueces que consideran la coordinación y uniformidad.

Las escaramuzas compiten entre equipos a nivel estatal y nacional, Ashley, señala que en cada competencia y viaje se conoce a otras mujeres con las que se pueden crear amistades, aunque reconoce que existe una gran exigencia y competitividad entre cada grupo.

Raquel Álvarez, odontóloga y escaramuza se dedica también a diseñar los vestidos que el equipo utiliza en las faenas, señala que para ello, se inspira en los colores de la naturaleza y en seguir las tradiciones de las antiguas escaramuceras.

Dice que con disciplina y pasión las mujeres escaramuzas logran conjuntar sus actividades diarias como amas de casa, madres de familia, trabajadoras y estudiantes “para cumplir con todo en armonía”.

“Es algo que cualquier mujer puede hacer, somos capaces y lo hemos demostrado, dominar animales enormes es similar a enfrentar los retos que cada día tenemos en nuestras familias o en nuestros trabajos”, puntualiza.

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