Recientemente el coordinador del grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos “Marzo 83”, comentó qué hay indicadores claros que el área de nuestra ciudad donde se consumen más bebidas alcohólicas es en el suroriente.

Aclaró que nadie tiene cifras o estadísticas sobre el particular, con excepción de las empresas cerveceras que tienen un registro muy claro de dónde tienen sus ventas más fuertes, ya que conocen bien su negocio; otro dato importante es que el número de mujeres que están padeciendo la enfermedad del alcoholismo está en pleno crecimiento, aunado a que cada vez es más temprana la edad en que, tanto varones como femeninas, comienzan a consumir alcohol, lo que enciende las alertas de quienes se dedican ayudar a quienes toman la decisión de salirse del consumo desmedido de alcohol, ya que anteriormente lo más común era la llegada a estos grupos de hombres de muy distintas edades, pero ahora la tendencia es que las mujeres están incrementando las estadísticas.

Desafortunadamente en el crecimiento del consumo de bebidas embriagantes son los propios familiares y amigos quienes influyen para que eso ocurra, por lo mismo no es justo culpar, por ejemplo a los fabricantes de estos productos ni a los medios de comunicación, ya que ninguno de ellos presiona al individuo a tomar, si lo invita con sus anuncios comerciales, pero de ninguna manera ejerce la presión como sí lo hace el grupo de amigos, familiares y conocidos, quienes pese a saber que alguien no gusta de esas bebidas, se las ofrecen sin importar si la persona no toma, por la razón que sea, o que anteriormente si lo hacía, pero tomó la decisión de dejarlo por los estragos que ya estaba provocando en su vida personal, trabajo e incluso en sus finanzas.

Y primero es un ofrecimiento que después se convierte en una auténtica presión que pretende prácticamente obligar a alguien a que por lo menos se tome una, y los argumentos son distintos; “una no es ninguna”, “debes tomarte aunque sea una porque todos estamos tomando”, “te ves mal”; entre otros y si eso no funciona entonces pasan a la burla y dicen cosas como “entonces que quieres, un vaso de leche”, “al joven tráiganle una malteada”, o “te pegan en tu casa”, etc. No pueden entender que existe gente a la que no le gusta tomar, simplemente no lo pueden creer, por lo mismo comienzan a preguntar ¿a poco nunca te has puesto una borrachera?, ¿y de verdad no tomas nada?, ¿y cómo le haces cuando vas a una fiesta?

Para buena parte de la población es inconcebible un festejo sin alcohol, bueno hasta en las fiestas infantiles no se pueden quedar sin tomar y si por alguna razón hay gente consciente que decide organizarle una fiesta a sus hijos y no ofrece mínimo cerveza, no falta el invitado que llega con sus six de cerveza, para poder permanecer en el festejo ya que de otra forma no le encuentra sentido a la reunión.

Y dentro del grupo de amigos o compañeros de trabajo se podría entender que quieran que todos en una reunión tomen, en donde no, es en las familias, ya que, al menos en teoría, los une no solamente el pertenezco sino también el afecto, por lo mismo se esperaría que no le hicieran el ofrecimiento a los más jóvenes, pero desafortunadamente, les ofrecen y si no quieren les insisten varias veces hasta que, debido a la presión, el joven accede, lo malo es que después se quejan de que la o el joven salieron buenos para la tomada, y más tarde se preguntan ¿Cómo es que les salieron así de tomadores?, sin recordar que fueron ellos quienes los incitaron a desarrollar tal gusto. Por supuesto las justificaciones no faltarán y seguramente dirán “es que no pensé que se le fuera a hacer vicio” o “yo le dije que se tomara una copa, no toda la botella”.

Pero surge la pregunta ¿Qué necesidad hay de tomar en una reunión? ¿Es que de otra forma no se pueden divertir y convivir?, ¿dependen de una bebida para poder pasarse un buen rato?, en lo personal no lo creo y menos porque cuando a alguien se le pasan las copas se vuelve insoportable en una reunión, pues al desinhibirse se comporta de forma inesperada tanto que la mayoría de las veces no resulta nada agradable.

Y este comportamiento ocurre en todos los estratos sociales, no es exclusivo de un sector, lo único que cambia es la variedad de las bebidas que se consumen y sus precios, incluso al día siguiente de una fiesta, el tema de conversación, no es lo bien que se la pasaron, sino lo borrachos que se pusieron y el malestar físico que sienten, pero de ninguna forma consideran el dejar de tomar.

En resumen en la mayoría de las ocasiones son los padres, familiares o amigos quienes le dan la primera copa o cerveza a los menores, y todos los anteriores son personas que supuestamente les tienen afecto, y por lo mismo quieren lo mejor para ellos, de modo que sería muy bueno reconsiderar qué se ofrece en los festejos y sobre todo dar el ejemplo a los más jóvenes, pues pese a que exista gente que afirme que ni así alguien se salva de caer en una adicción, la verdad es que en mucho ayudaríamos a evitar que el problema siga creciendo, al menos esa es la idea…

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